“Me causan gracia los que dicen que tengo miedo a opinar”

Reconoce que algunos programas políticos, a los que elige no ir, han instalado que tiene temor a hablar. Aquí les contesta: “No quiero hacerle el juego a nadie”. Jurado de “Tu cara me suena” (Telefe), habla de todo, con el humor, el ritmo y la memoria de su lado.
“Me causan gracia los que dicen que tengo miedo a opinar”Los de la mesa de al lado no sabían, seguramente, que con la consumición había show gratis. No es que se esté presentando alguno de los espectáculos anunciados en vidriera. Sólo que el azar -o el destino de los que tienen suerte- los ubicó ahí nomás de la mesa a la que está sentado Enrique Pinti. Un Pinti inspirado, dispuesto a usar su mejor herramienta: la palabra. A tal punto, que el lugar de entrevistado parece quedarle chico. Por momentos, sus respuestas se empapan de su espíritu monologuista, con el humor de siempre, con la acidez que lo caracteriza, con la velocidad de quien habla rápido pero sabe hacerse oír. Tanto, que los de al lado hicieron silencio durante más de una hora. Y todo al precio de un café y una Coca .
En Clásica y Moderna suena un hermoso jazz de fondo, buen marco para un mano a mano que arranca bonito: “La verdad es que me causan gracia los que dicen que tengo miedo a opinar. Han instalado que me asusta hablar mientras esté este gobierno y que el año que viene vuelvo porque éste ya no estará”.
¿Quiénes instalaron eso?

Algunos periodistas, con bastante poca responsabilidad, que tienen programas políticos a los que yo no voy. Lo que pasa es que en estos momentos de turbulencia no quiero hacerle el juego a nadie. Yo hablo por mí. Por eso voy a cualquier otro donde uno puede hablar libremente, como en Intratables (América). Y como he dicho que no a 678(Canal 7), a Periodismo para todos (El Trece) y a La cornisa(América), han interpretado que me cagué en la patas. ¿Yo? Por favor. ¿Querés que te relate cronológicamente lo que pasó conmigo en estos últimos años?
Pone primera y empieza el recorrido: “Este gobierno empezó en el 2003, cuando yo estaba haciendo Candombe nacional, con el insulto más largo de la historia (un rosario de palabras complejo para publicar), y terminaba diciendo que ‘Si te quieren ajustar no te dejes amedrentar y si te lo quieren hacer mandalos a la puta madre que los parió. Y si meten la pata mandalos a la mierda. Y si estos fallan, pegales una patada en el culo’.
En el 2004 me convocan para hacer Los productores (ver Delivery de monólogos), un sueño para mí. Yo soy actor y eso es lo que hay que aclararle a esta gente. Hago eso entre 2005 y 2006. Ah, otra cosa que hay que aclararles es que a mí me interesa más la comedia musical que el monólogo político, te lo juro por mi vida. Lo que pasa es que el monólogo me sale bien, me gusta y me dio un perfil en esta profesión. Bueno, en 2007 hago Pingo argentino y, que yo sepa, estaba este gobierno y era un monólogo político absolutamente candente y caliente. Hablé del campo, de toda esa milonga. En 2008 llueve otra oferta, esta vez para hacer Hairspray, que dura hasta 2009. En 2010 vuelvo conAntes de que me olvide, después me llega la oportunidad de hacer Lo que vio el mayordomo y, más tarde, aparece El burgués gentilhombre, obra que hice en Nuevo Teatro, cuando tenía 19 años y, 50 años después, Kive Staiff me llama... Kive, el mismo que aquella vez me había fusilado con la crítica”.
¿Por qué sabiendo, entonces, que sos actor alguien puede leer que no hacés monólogo porque tenés miedo?

Y qué sé yo. Será porque está de moda decir que tenés miedo. Ojo, de los dos lados lo dicen. Y la verdad es que el único miedo que tengo es el de ser rechazado por la gente cuando subo al escenario. Eso no es pánico escénico. Es algo normal en los espectáculos de humor político.
También es entendible que te requieran porque, con el material que está dando esta Argentina, es un desperdicio que vos no vuelques tu mirada sobre lo que está pasando.

Si, lógicamente, lo entiendo. Pero yo no soy un remedio. Si me convierto en un remedio en vez de ser un actor es que algo no anda bien. Además, la gente tiene su opinión formada. Pensá, por ejemplo, que a mí se me ocurriera sentarme en una silla y decir ‘Chicos, no hay que juzgar a Boudou tan mal, porque hay que ver qué dice...’.
Me llueven las butacas, no tomates. El noventa por ciento tiene opinión. ¿Por qué yo debería dejar de hacer mis obras para ponerme solamente en el rol del monologuista? Estoy por cumplir 75 pirulos y se me está yendo la edad para hacer determinados papeles. Para el monólogo no hay edad. Aparte, tengo mi columna de opinión en La Nación, hasta hace poco estuve en el programa de radio de Magdalena (Ruiz Guiñazú), no es que estoy callado. Y cuando me dejaban ir a otros programas iba...
¿Quién no te deja?

Bueno, viste que ahora hay esa cosa de la exclusividad entre canales que no te dejan ir de visita a otro lado. Esta historia no la voy a entender, pero la verdad es que en la letra chica dice que tenés que pedir permiso. Pero entre Telefe y El Trece no hay permisos que valgan. Hasta en eso estamos en una especie de campo de batalla. De todas maneras, estamos ante otro problema mayor, que lo voy a tratar en Salsa criolla (verLas dos obras...), que es el de perder afectos por la puta política. Se están peleando entre familias, entre colegas... Y de eso no tienen la culpa ni el gobierno ni la oposición. La culpa es nuestra.
¿Vos no perdiste a nadie?

A nadie, porque soy una persona sensata. Le digo ‘Tomate una pastilla. Pensá lo que quieras, pero no me desprecies porque pensemos distinto’.
La grieta de la que habla Jorge Lanata, ¿la ves?

Sí, pero como he visto tanta grieta en la República Argentina... Y te hablo de grietas sangrientas (ver Delivery...). Ahora, yo digo, en un país en el que se vivió todo eso, ¿cómo pueden confundir diferencias irreconciliables con consecuencias trágicas? Por favor, usemos la inteligencia. Ser simpatizante o admirador está bien, ser fanático es una estupidez, es como retroceder en cuatro patas con respeto a los caballos, que son buena gente. No quiero más el clima de enfrentamiento. Quiero el clima de sensatez. ¿Sabés qué pasa? Cuando pasan los años y pasan los gobiernos...
¿Quedan los artistas, como decís vos?

Sí, pero, además, te vas dando cuenta de que la próxima fórmula en cinco años puede ser Cristina-Macri y te sentís como un pelotudo, como cuando te ponés de parte de la mujer o del marido mientras se divorcian y después se arreglan. La política es un juego perpetuo de arreglo. Lo que te parecía imposible es posible. Pensá en Menem-María Julia.
Jurado de Tu cara me suena (miércoles a las 22, por Telefe), se define como “un progresista de centroizquierda” y, como si a los vecinos de mesa les bajara el telón de la charla, anuncia: “Te digo algo que resume lo que hablamos. Los argentinos, en general, somos muy buenos socorristas y pésimos terapeutas. Vos te estás muriendo y viene un argentino, te hace respiración boca a boca y vos, con tres tumores, resucitás enseguida. Ahora, después hay que cuidarte. Bueno, no cuentes con ningún argentino para eso. Cuidate sola y te vas muriendo lentamente. Si no, pensá en la crisis terrible del corralito. Parecía que no se salía más después de eso y, de a poco, fue creciendo la economía. Somos como esos médicos dietistas que te dan la cajita con 5 calorías y te dicen ‘Bajás 25 kilos en un mes’ y a los dos meses, cuando dejás la cajita, aumentás 40. Somos buenos diagnosticadores. Por eso prosperó eso de ‘Lo atamos con alambre’.
Somos famosos en el mundo”.
El mozo elogia su estilo sobrio en Tu cara me suena y él aclara que “no podría decir nada que pueda afectar al otro. O algo que haga que el otro me la siga, por eso yo no podría trabajar en ShowMatch (El Trece). Yo lo respeto muchísimo a Marcelo (Tinelli), le da mucho trabajo a la gente. Pero cuando veo esas peleas que forman parte del juego pienso que si yo estuviera ahí me internarían en unidad coronaria. Suponete que me digan ‘Callate, gordito, que no podés bailar ni un paso doble’.
¿Qué pasaría?

Iría preso. Salgo y lo agarro. Yo soy un león dormido, pero si me llego a despertar...
Cuenta que una sola vez se despertó y rompió un camarín a sillazos. “No es que no hago devoluciones picantes para no despertar a la fiera. Es que a mí me gusta valorar lo poquito bueno que haya hecho el otro, aunque en general haya estado mal. Soy así. No soy tibio. Me gusta dar ánimo. Y, te confieso, tengo un trauma: quiero gustarle a todo el mundo... Pero sé que no se puede. Y me la banco”, se sincera el actor que tiene en la palabra a su mejor aliado.

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