Aprendé a aceptar tu complejidad


Porque somos complejas y vivimos en un mundo complejos. Conocé las herramientas para soltar la resistencia, poner orden y disfrutar de esta existencia multidimensional.
Por Denise Tempone | Para Revista OHLALÁ!
 
Foto: Inés Auquer
Somos complejas en un mundo complejo y nuestra mente se las ingenia - muy bien, por cierto - para simplificar lo que sucede dentro y fuera de nosotras. Pero tarde o temprano debemos rendirnos ante la evidencia de que la realidad está repleta de matices, vericuetos y detalles que exceden nuestros esquemas mentales. Lo sentimos cuando el contexto sociopolítico nos lleva a lugares inesperados, cuando lo que parecía ser un gran amor se torna "una relación complicada" o cuando creíamos estar conectadas con un deseo y de pronto perdemos interés. Incluso cuántas veces te encontraste "charlándote", con tus múltiples voces y opiniones internas. Está claro que sos diferente de como eras hace un año (eso ya es un dilema), pero incluso hoy sos muchas versiones de vos misma: hay muchas "vos" que conviven en tu interior. Y así como te sucede, también les pasa a tu novio, tu jefa, tus amigos, tu mamá, el vecino, el colectivero: todos somos seres complejos.
A veces, esta conciencia de lo complejo se nos dispara ante situaciones concretas y pasajeras: un conflicto en el trabajo, una crisis en nuestra pareja o una fuerte discusión con un amigo. Otras, se nos presenta como una sensación permanente de tensión que nos abruma. En momentos como esos, tomamos dimensión de que la conciencia humana está preparada fundamentalmente para resolver problemas prácticos, en el mundo físico, el de la acción lineal, y que nuestro pensamiento y nuestro lenguaje tienen dificultades para navegar en océanos más vastos, como el de nuestra incertidumbre o sufrimiento personal.
La mente está preparada para resolver cuando se caen migas al piso, por ejemplo, y barrer, pero el problema es que pretende usar la misma solución "básica" cuando, en lugar de miguitas, lo que molesta son sentimientos. Y al fracasar en el intento de barrerlos, nos encierra en callejones sin salida y nos frustramos. Es entonces cuando llega el momento de detener la acción y volvernos presentes en el ahora, para abrirnos a recibir otras señales, tanto del entorno como de nuestro interior. Para lograrlo,existen herramientas para abrazar la complejidad que podemos ejercitar si tenemos la voluntad de hacerlo.

¿POR QUÉ ABRAZAR TU COMPLEJIDAD?

Tal vez lo estás pensando: a veces es desesperante tomar conciencia de la complejidad que somos y que nos rodea. Es enriquecedor, y desafiante, es cierto, pero no es agradable ni -definitivamente - cómodo. Amenaza el statu quo de las cosas, eso que nos da seguridad y nos hace sentir en control, y a ninguna nos hace gracia modificar lo que venimos haciendo o detener la acción: asusta y angustia. Si por nosotras fuera, seguiríamos de largo, sumaríamos solo lo nuevo, lo que nos seduce, y ni nos plantearíamos cambiar nuestro piloto automático. Pero eso es una fantasía, no es así la realidad, y tampoco nos suma resistirla. Para abrazar entonces la complejidad existencial, está bueno saber que lo complejo (que viene de "abarcar") no es necesariamente igual que lo complicado (lo enroscado): entonces deja de ser algo intimidante para convertirse en un gran camino de autoconocimiento.

¿CÓMO LO HACEMOS?

Ordenar y confiar. Hoy, la psicología les está dando un lugar importante a la aceptación y el manejo de esas emociones "desagradables" para poder utilizarlas como guía. Actualmente, se sabe que estamos en constante evolución y que, para asimilar los cambios, es necesario integrar no solo nuestras esperanzas, sueños y deseos, sino también nuestros miedos, enojos, remordimientos y pesadillas: nuestras turbulencias internas. Todo el tiempo recibimos señales, lindas y no tanto, de adentro y de afuera, tomamos decisiones y seguimos recibiendo señales. Durante estos procesos, se nos ofrecen muchos espejitos de colores, cosas que nos tientan, nos encandilan, cosas que no somos y cosas a las que hay que renunciar. Las tentaciones nos rodean. Frente a ellas, es importante detener nuestra tendencia natural a imitar. La imitación, que nos permite crecer y aprender (a hablar y a caminar, por ejemplo), no nos sirve para todo y en todo: hay demasiado por imitar. El mundo nos bombardea con estímulos varios: modelos de cuerpo, de estilos de vida, de familia y pareja. Pero pensalo: nunca podrías haber elegido tu profesión actual si te hubieses dejado tentar por todas las opciones de éxito aparentemente fácil que había a tu alrededor. Nunca podrías haberte concentrado en construir una pareja si te hubieras dejado fascinar por los hombres que se te cruzaron en el camino. El punto es que hay que saber renunciar a ser y tener todo para ser y tener lo que elegimos dentro de nuestras posibilidades reales.
Poner límites. Hacer una limpieza y saber decir "no" a las tentaciones del entorno. Es clave poder observar lo que aparece y decir "esa no soy yo", "esa nunca voy a poder ser yo". Porque el problema con los espejitos de colores es que, aunque pueden ser muy lindos y tentadores, te privan del oro. Solo porque algo sea nuevo y brillante, no significa que nos sirva ni que sea una elección correcta. Frente a esto, existe una herramienta de la que ya te hablamos: el mindfulness es un concepto que nos ayuda a ejercitar la conciencia y la atención. Consiste en decir: "Estoy acá en este momento, hay mil cosas que me esperan, pero no me voy a ir de acá". O bien: "Este es mi presente, hacia acá dirijo mi energía". Hacer esto nos permite tener siempre una parte nuestra guiándonos lúcidamente en el proceso de explorar, de elegir y reevaluar. Nos permite saber cuándo prender, pero también cuándo apagar el radar para que la búsqueda cese. En un mundo en el que el "pájaro volando" parece valer más que el "pájaro en mano", con este proceso ganamos salud física y mental, energía y enfoque. Ganamos oro entre tantos espejitos de colores.
Aprender a cerrar. Una de las cosas que más trabajo nos dan es dar por terminado algo. Sin embargo, los cierres son necesarios, despejan. En este detenimiento de la búsqueda, liberamos la mente para construir lo elegido. Nuestro cerebro necesita cierres. Si no hay un the end, la mente sigue intentando. Lo importante de los cierres es que sirven para que el futuro, o "lo posible", no interfiera con nuestro presente. En nuestra cabeza, representamos nuestra vida a través de una línea de tiempo en la que el pasado se deja atrás y el futuro es lo que viene. Pero, atenta a esto: hoy se sabe que el futuro, eso que imaginariamente está ubicado delante, es un mundo inventado en nuestra cabeza, consiste en una serie de proyecciones, fantasmas y deseos que creemos que se van (o se pueden llegar) a concretar. Es posible manejar ese mundo imaginario para no quedar inmoladas en la ilusión. ¿Cómo hacerlo? Proyectándonos en algo real, imaginándonos que algo ya está, dándolo por terminado. Por ejemplo, si en tu trabajo tu jefe o jefa te comunicó que una tarea que era responsabilidad tuya no salió como esperaba, podés arrastrar la discusión en tu cabeza, imaginando respuestas ideales, amargarte pensando cómo no se te ocurrió hacer las cosas distinto o convecerte de que tiene algo contra vos. No estarías concentrada en el presente sino en lo que pasó o lo que podría pasar. Entonces, la clave es cerrarlo en tu cabeza, decirte que "ya está" y frenar las especulaciones dándole un cierre: "OK, la próxima lo haré distinto", o bien, "no coincido, pero es mi jefe/a". De este modo, le mostramos al cerebro una realidad, aunque no exista efectivamente, y lo liberamos para que vuelva al presente. Así como el cerebro se pone ansioso ante el mensaje de que algo falta, se tranquiliza ante el mensaje de que algo "ya está". Esto sucede porque, en general, está preparado para reaccionar al presente, a lo que sucede, a los problemas concretos a resolver.
Crear la certeza. El poder de cerrar nos permite crear certeza. Cuando ponemos el foco en algo puntual y nos concentramos en un tema por vez, dejamos el resto de las cosas en un rincón con la confianza de que más adelante llegará el momento de tomarlas... o no. Mientras te concentrás en vivir el acá -ahora-, podés confiar en la evolución orgánica y natural de la vida. Ciertos pensamientos te ayudan a lograr eso. Uno de ellos tiene que ver con decirnos a nosotras mismas que, si lo que dejamos de lado es importante, volverá a aparecer, se abrirá camino solo. Eso es confianza. Como decían nuestras abuelas: "Subí los melones al carro, que se acomodan solos". No vamos a poder abarcar todo, todo el tiempo y con la misma energía. No hay que intentar tildar todos los casilleros de nuestra vida en simultáneo ni comprender todo lo que abarca una situación. Hay que aprender a decir: "Ahora me estoy ocupando de algo puntual, pero tengo la confianza de que luego podré ocuparme de esa otra cosa". Así se habita la complejidad real: con conciencia del presente. La certeza sirve para equilibrar lo complejo.
 
Foto: Inés Auquer
Escribir tus propias reglas. Hay que preguntarle a la panza qué quiere, confiar en tus entrañas y no preocuparte tanto por lo que dice el entorno. Se trata de escribir tus propias reglas ¿Quién pone las reglas hoy? Antes, eran sociales, elegías dentro de un catálogo de modelos de vida propuesto por instituciones como, por ejemplo, la Iglesia. Hoy, las reglas son más personales o de grupos y existen tantos modos de vivir como "tribus" de pertenencia. Lo ves en los modelos de familia, en los grupos de diversidad sexual, y hasta en los estilos alimenticios: podés ser y vivir de mil maneras posibles. Algunas de estas maneras tienen especialmente "buena fama", están de moda. En lo que hace a lo laboral, por ejemplo, hoy se celebra el modelo del emprendedor. Emprender parece un sinónimo de ser feliz, pero raramente nos comunican el lado B de esa opción: la incertidumbre e inestabilidad que implica. Por eso, bien podrías elegir trabajar en relación de dependencia toda la vida si a vos te gusta el cuidado y la contención que significa. Y no estaría mal si eso es lo que sentís. Crear tus reglas esjustamente eso: descubrir qué funciona para vos. El siguiente paso es defenderlo.
Plantarte. Escribir las reglas propias implica necesariamente una lucha de poder. Mientras debatíamos esta nota, surgió una frase interesante: "Todos son patoteros, hay muchas éticas prepotentes reinantes y nuestras reglas también deben ser un poco 'patoteras': tienen que poder defenderse". Es importante resaltar esta toma de posici ón. En un mundo tan complejo, hay muchas tentaciones para que te seas infiel a vos misma y te sometas a otro, puede ser otra persona o simplemente otro mandato. No hay que someterse, pero tampoco someter: debemos integrar otros puntos de vista si suman y dejarlos ir si no. De esto se trata plantarse, de no atacar, pero tampoco dejarse atacar. Esto solo puede hacerse desde la certeza de que en un mundo donde "todo vale", lo mío también vale. Debemos aprender a enfrentarnos al miedo y la culpa que nos da crear nuestras reglas y saber que no hay nada malo en cultivar sensaciones como la duda, la incertidumbre, el estar perdidas y el ser sapos de otro pozo. En toda búsqueda existen momentos así. Está bueno desarrollar la confianza para saber qué es en el paso a paso, en dónde se construye el camino. Qué es en el hoy, en dónde se construye el mañana.

EL LADO BUENO

Ventajas de abrazar nuestra complejidad
Ganamos armonía: equilibrio entre lo que somos, lo que sentimos y cómo vivimos.*Somos más auténticas: el permiso interno de ser quienes somos.* Trabajamos la aceptación: aceptarnos como somos vuelve más fácil aceptar las cosas como son. Desde ahí tomamos posiciones más reales.* Creamos certeza: logramos liberarnos de la ilusión de que tener más y más opciones disponibles todo el tiempo es mejor.*Sumamos más poder de concreción: cuando seleccionamos bien hacia dónde mandar nuestra energía, nos volvemos más eficaces.* Ganamos compromiso: nos hacemos cargo de lo que elegimos porque emana de un lugar real.
Experta consultada: Lic. Inés Dates, psicóloga.

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