¡No renuncio!: un italiano que sabe reírse de sus defectos
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Fernando López
JUEVES 28 DE JULIO DE 2016
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¡No renuncio! (Quo vado..., Italia/2016, hablada en italiano) / Dirección:Gennaro Nunziante / Guion: Luca Medici y Gennaro Nunziante / Fotografía: Vittorio Omodei Zorini / Edición: Pietro Morana / Música: Checco Zalone (como Luca Medici) / Diseño de producción: Valerio Girasole y Alessandro Vannucci / Elenco:Checco Zalone, Eleonora Giovanardi, Sonia Bergamasco, Maurizio Micheli, Ludovica Modugno, Ninni Bruschetta, Paolo Pierobon, Azzurra Martino, Lino Banfi /Distribuidora: Diamond Films / Duración: 86 minutos / Calificación: apta para todo público, con reservas / Nuestra opinión: buena
Tomar en broma los defectos propios. Exagerarlos hasta la caricatura. Con un ligero propósito autocrítico, sí, pero antes que nada con la finalidad de reírse y hacer reír. El cine peninsular lo supo hacer inmejorablemente en los tiempos en que brillaba lacommedia all'italiana, quizá con una mirada más afilada y cáustica en el retrato satírico de la realidad, en el dibujo humorístico de los personajes y en la aguda ironía que podía aplicarse a los cambios de costumbres de la época, con cierta herencia visible del neorrealismo.
El mundo que hoy observa Checco Zalone (Luca Pasquale Medici según sus documentos), venido de la Puglia y dueño de una popularidad a la que contribuyeron la música y su múltiple condición de cantautor, actor cómico y showman de TV y que consolidó el cine con los arrolladores éxitos de sus films Cado dalle nubi, Che bella giornata y Sole a catinelle, ninguno estrenado aquí y todos dirigidos y coescritos, como éste, en colaboración con Gennaro Nunziante. El cuarto -y el que superó todos sus récords anteriores (y también el de Avatar)- es este ¡No renuncio!, que en Italia convocó a más de 9 millones de espectadores. Un debut tan demorado puede tener sus desventajas, pero también sus beneficios, sobre todo los que acompañan a un actor cómico a cuyos recursos no estamos habituados.
Checco Zalone es aquí un casi cuarentón al que la vida le sonríe. Ha conseguido todo lo que hasta ahora se propuso. Es empleado municipal, lo que supone un generoso número de privilegios. El más importante, según lo ha aprendido en casa y de los certeros consejos de un veterano senador con años de experiencia en el Estado, constituye su condición de empleado municipal, es decir, un puesto fijo asegurado de por vida. Tiene muy poco que hacer: como pertenece a la oficina municipal de Caza y Pesca, todo lo que está obligado a hacer es sellar las autorizaciones que la gente presenta sin moverse de su escritorio. Vive con sus padres, lo que le asegura casa y comida además de los mimos y la adoración de la mamma (y los de una novia que ya desistió de llegar alguna vez al registro civil). Todo el mundolo envidia.
Hasta que una inoportuna reforma de la administración pública lo pone en foco. Nadie más apropiado que él, soltero, sin nadie a su cargo, sin compromisos de familia, sin especialización alguna, para que pueda aplicársele la movilidad laboral. Puede no aceptar la indemnización, o pedir sumas disparatadas. Pero tiene que luchar contra el empecinamiento de una superior capaz de inventar cualquier traslado, el más lejano, el más incómodo para trastornarle la vida y hacerlo aflojar. Con lo único que no cuenta es con la invencible versatilidad del empleado, capaz de adaptarse a cualquier molestia con tal de conservar su empleo. Y como en este caso, el empleador es el mismísimo Estado el nuevo destino que le ofrezcan puede estar en cualquier parte. De toda Italia, e incluso más allá. Por ejemplo en alguna base polar o en el África ecuatorial.
Buena parte del film se centra en esa incansable persecución. En el principio, a muy buen ritmo, las situaciones cómicas y los chistes se suceden. Y el humor satírico se sigue sosteniendo a pesar del brusco cambio que el guión impone en la parte central, con el inesperado encuentro que vincula al protagonista con una científica hiperliberal con la que se cruza entre la nieve y los osos polares.
Sólo en la parte final el tono cáustico afloja un poco y cede a un happyendbiempensante, quizá para que todos salgan del cine con una sonrisa, aunque el cambio de tono resulte un poco forzado y relativamente convencional.
Lo importante es que ¡No renuncio! consigue entretener y divertir un buen rato sin tener que perdonar los muy pocos baches que se perciben sobre todo cuando va acercándose el remate. Y que todo esto se logre sin recurrir a la vulgaridad ni la grosería que tan frecuentemente asoma en las comedias.
Checco Zalone puede no estar a la altura de los grandes actores cómicos de la tradición italiana, pero su eficacia y su considerable ingenio están más allá de toda duda.
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