Contar la Argentina con el pincel de Berni. Por Eduardo Peñafort

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El artista mejor cotizado, el más reconocido y popular del país, vuelve al Museo Nacional de Bellas Artes con una selecta muestra. Del realismo contemplativo al compromiso político, un viaje de 50 años por la estética propia de un pintor que ya es universal.
Por Eduardo Peñafort

Niño prodigio, Antonio Berni debutó con una muestra individual a los catorce años y cultivó sistemas de representación académicos hasta que su paso por los talleres y museos de Madrid y París lo acercaron a los pintores fauves, dueños de la paleta rabiosa, tan en boga en ese momento.

Vendría luego su adhesión a los enunciados del surrealismo metafísico, visible en la producción que abarca el período que va de 1927 a 1933. A partir de ese momento, ya de regreso a la Argentina y vinculado con Siqueiros para la realización del mural Ejercicio plástico , las estrategias estilísticas estuvieron centradas en su relación con el realismo: realismo social narrativo, nuevo realismo y realismo trascendente expresionista.

Berni, que había nacido en Rosario en 1905, tercer hijo del matrimonio formado por una brava piamontesa y un sastre de Domodosola, cuyo rastro se perdió tras partir a combatir en la Primera Guerra, desarrolla una personal figuración modernista, marcada por el anhelo de justicia y el compromiso ético, cuya forma definitiva estalla con la serie de Juanito Laguna (1961), motivo de halagos, sorpresa e inquietud por parte de la crítica especializada. Es el paso previo a la consagración internacional que llegarrá un año después con el Primer Premio de Grabado y Dibujo ganado en la XXXI Bienal de Venecia. Tiene entonces cincuenta y siete años y comienza una nueva carrera.

Mirada retrospectivamente, su adhesión al realismo, bajo distintas miradas, fue siempre una cuestión problemática. La piedra de toque es la publicación del artículo "Los artistas concretos, el realismo y la realidad", en la revista Arte Concreto-Invención , en 1946. En el proyecto creador argentino, arte representativo y no representativo establecían una división de posiciones tanto en la formación de los artistas como en las instituciones.

Para Tomás Maldonado, líder del movimiento concreto, después de la invención del cine, toda representación gráfica, fotográfica o manual, es una estetización abstracta de procesos y, por ello, un conocimiento falso. Las variantes formales dentro de estos campos resultan momentos demagógicos de la modernidad, y pensemos en la importancia de esa palabra en la Argentina de 1949, puesto que parecen revolucionarios pero no lo son.

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