“Siempre le cantás al amor”
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Roxana Carabajal.
La cantante habla de su flamante álbum, "Soy", en el que se consolida como autora y muestra sus chacareras.
“Una de mis características es la de poder adaptarme a diferentes situaciones. Yo canto en mi casa como si estuviera en Cosquín; y al revés. No tengo ambición de poder o de querer llegar a no sé dónde. Quizás me equivoque y eso vaya en contra de mi crecimiento comercial. Pero prefiero sentir que crezco en lo personal. En ese sentido, este disco es muy importante.”
Lejos de cualquier gesto de ostentación de apellido, Roxana Carabajal reivindica a su nuevo y sexto álbum, Soy, como un paso de trascendencia en su desarrollo como compositora. “Es lo que más me interesa. No me importa dónde lo presente. Para mí es algo muy preciado, porque hacer un disco siempre implica un sacrificio”, dice la cantante y compositora, que hoy lo estrena en Córdoba, donde se radicó, y que mañana estará festejando los 31 años de Democracia en Plaza de Mayo.
Córdoba parece haberse convertido en la provincia preferida de los folcloristas para radicarse.
Sí. Hasta Peteco tenía ganas de mudarse. Pero le cuesta, porque tiene una casa armada, familia …
Vos también tenés una familia, con un lugar muy importante en el disco, autorreferencial desde el título.
Sí. De hecho, uno de los temas que terminé en Córdoba fue el homenaje que le hago a mis hijitos, Lautaro, Luana y Eva.
Decías que te resulta muy importante haberte consolidado como autora. ¿Te cuesta componer?
Un poco. Sobre todo, hacer chacareras, porque me cuesta respetar las estructuras. De todos modos, voy aprendiendo.
¿Componés grabándote?
Grabo y escribo, jugando con la guitarra; porque mi formación es orejera. En la familia siempre hubo una guitarra cerca, pero los mayores no nos enseñaban. Uno aprendía de mirar y escuchar en las guitarreadas y las reuniones familiares.
Además, con tu apellido, la comparación es casi inevitable.
Justamente por ese peso de poesía que hay en Santiago y en mi familia, que siempre hemos llevado muy arraigado, es que no me animaba a mostrar lo mío. Pero también es cierto que vivimos otros tiempos, y hablamos de otras vivencias, de una manera más moderna. Además, yo he pasado la mitad de mi vida en Buenos Aires. No voy a ser hipócrita haciéndome la santiagueña. Aunque lleve la santiagueñidad al palo.
La vieja discusión de cantarle al paisaje o a las personas.
En realidad, siempre le cantás al amor. Al amor a tu tierra, a tu gente, a Santiago. Es así. No hay con qué darle. Es el amor a la hermandad, a eso que encarnamos desde lo místico que tiene Santiago. Santiago no tiene paisaje, no tiene ganado ni nada. Pero tiene fiesta.
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