Un cuento para esos tales Rebeldes: "La Garras del Tigre" de Alejandro Nicolau.


15 Jul 2017 1 181
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Alejandro Nicolau, Artista Tucumano.

El relato “Las garras del Tigre” escrito por Ale Nicolau, integra la Antología narrativa “5x5” editada por Trompetas Completas Ediciones, este año. La antología reúne las voces de cinco narradores tucumanos que emprenden, con tonos y voces singulares, una travesía diversa y sobre todo dinámica en Tucumán. *


Las garras del Tigre

Recordé claramente al león del circo Safari dormido por la anestesia del doctor Olivares el día que vi a Emilio muerto. Hubo grandes diferencias entre ambos hechos, primero porque al león lo habían dormido para sacarle las garras por protección del domador del circo y segundo porque a Juan Emilio no le habían dejado ni la respiración.
Yo pensaba en ese entonces, que era niño, la directa relación que tenía la palabra neón con león. La veterinaria del doctor Olivares tenía un cartel de luces de neón que yo le había dispuesto con buena gana y puntería sendos pelotazos dejando apenas unas letras iluminadas. El doctor al enterarse de que me encantaba darle al cartel me prohibió la entrada a la sala de operaciones cuando traían a los bichos del circo Safari.
Mis amigos, que no eran muy buenos en el fútbol, me contaban lo lindo que eran de cerca los animales ya que el doctor los dejaba entrar a todos a tocar a los animales en su sueño de anestesia. Mientras él les hacía las curaciones necesarias, todos salían con algún premio, un pelo de cebra, una astilla de colmillo de elefante, y uno que otro diente de los gorilas boxeadores. Yo lo veía todo desde afuera, el Doctor Olivares me miraba desde dentro con una garra de tigre en la pinza y me la mostraba desde lejos. Me decía con la mirada: “Está podría haber sido para vos, pero te portaste muy mal”. Yo giraba, veía las letras colgadas del cartel y me reía un poco.
Una tarde vi que los pibes salían corriendo a la vuelta en la cuadra del hospital, yo los seguí, ellos se detuvieron frente a un naranjo petizón que tenía bien armado un panal de avispas que trabajaban en la tarea, todos estábamos hipnotizados con el zumbar y el trabajo constante de los bichos que iban y volvían en vuelo de reconocimiento, viendo en sus mil ojos cómo el panal se iba armando, vibrando en el amontonamiento para dar los frutos. Yo furibundo agarré un palo de esos que quedan después de la lluvia, apunte al panal y le di en el centro. Mis pies se movieron primero para la corrida, atrás venían los pibes protegiéndose espantando inútilmente a las avispas que les dañaba la cara. Yo reía como un loco.
Al alejarnos del bicherío comenzaron a actuar las inflamaciones, dejando a Coco, a Pichucho, a Eduardito y a mi primo Patricio los párpados en compota asentados en la cara hinchada.
Esa tarde conocí la perversión. Me gustó la broma y me alegré de que a todos les hayan picado las avispas ya que ellos tenían todas las extracciones que realizaba el Doctor Olivares a los animales del circo. Lógicamente nadie quería que lo vean los padres, pensaron mis amigos cómo bajar la inflamación de las picaduras, yo les dije que se pusieran barro pero no me decían nada, me miraban con miedo esperando que produzca otra diablura.
Los picados resolvieron en asamblea sentados en unas escaleras del hospital “Centro de Salud” que el único que los podía ayudar por el conocimiento adquirido tras tantos años de trabajo era el Doctor Olivares. Fuimos todos a la veterinaria, entraron, yo me quedé afuera por mi prohibición y observé por la ventana cómo los muchachos le explicaban al doctor el suceso del panal, el doctor los vio a todos y al final me vio por la ventana haciendo el signo de la negación con la cara y mirando de reojo el cartel. Al rato todos los padres se quejaban con mis padres.
Al pasar los años el Doctor se mudó para la Avenida y mis amigos se disgregaron por el amor y la tierra. Yo al entender los sucesos me silenció un poco la culpa y me volqué a narrar historias, nunca tuve el colmillo del tigre del Safari, mis ojos nomás, lo que ellos habían visto eran el objeto de mi recuerdo.
Una siesta de mucho calor sentado con mi caña de pescar y mi bidón de anguilas por la zona espesa de Baritú en las márgenes de unos de los afluentes del rio Bermejo, escuché el trotar de un bicho grande cerca en la espesura de la selva dejando un silencio de pájaros y canto de agua: ese momento me heló el alma dejándome también inmóvil y en silencio. Al rato pensé que podría ser una corzuela asustada o un chancho del monte que paseaba por la zona, pero la trama de la historia siempre es un hilo que se desembrolla. Resolví vaciar el bidón devolviendo las anguilas al río y marcharme con la tarde. Volví a escuchar el trote del animal pesado en el monte y me acordé de las manchas del tigre y de su garra negada por mis travesuras.
Todo vuelve a comenzar siempre, me imaginé, y pensando mientras me acostumbraba al ruido de la corrida que en cada paso quebraba chamizas sonando como un golpe de un ninja al rozar el follaje, que el tigre dormido en lo del doctor Olivares era quien corría en las proximidades haciéndome saber en sus pasos que él también tenía un castigo por su forma de ser, y que a la vez era libre de elegir los caminos para recomenzar nuevamente crecidas las garras, alejado del domador con su brillante pelaje perdiéndose por el norte último de Salta, para que yo siempre recuerde mi historia.

Alejandro Nicolau


Alejandro Nicolau (Tucumán): más conocido como “el Ale”, es poeta, narrador, pintor y músico; un artista muy querido y reconocido por la comunidad de artistas luchadorxs, resistentes y soñadorxs de Tucumán. En la actualidad escribe e ilustra la revista Trompetas Completas; sus libros, postales, plaquetas para niñxs, y obras se encuentran itinerantes en diversos espacios culturales de Tucumán -principalmente, Pangea-. 


*5x5 y otros libros de Ediciones Trompetas se pueden conseguir Edunt (Crisóstomo 883) o llamar al 154 490626.

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