Palito Ortega: “Al final, el abrazo llega”



Música. Entrevista a Palito Ortega.El autor de “La felicidad” lanza un nuevo álbum, en el que reunió a músicos del rock local. Aquí, habla de los rencores y perdones, de sus ganas de seguir adelante, y se muestra orgulloso de su familia.

En tu nuevo disco, “Cantando con amigos” (salió ayer), reuniste a parte de la historia del llamado rock argentino, un mundo que hasta no hace mucho te era bastante hostil. ¿Es una revancha?
No. Si hay algo que me ha hecho mucho bien a la salud, es no ser rencoroso. Es muy pesada esa mochila. Si vas a andar cargando eso, no avanzás. Nunca fui un hombre de largos rencores. Si me enojé, me enojé corto.
En una oficina de Palermo, Palito Ortega responde como bebe su whisky: de a poco, saboreando cada palabra antes de dejarla salir. A los 73 años, el autor de La felicidadYo tengo feLa sonrisa de mamá y Sabor a nada, entre muchos éxitos que jalonaron el mundo del entretenimiento de los ‘60 y los ‘70, parece seguir cerrando círculos, casi siempre con resultado positivo.  
Los contrastes parecen ser una constante en tu vida: te fuiste de Tucumán casi descalzo y volviste gobernador, ganándole las elecciones a Bussi, tras haber sido acusado de colaboracionista de la dictadura. Tus canciones eran consideradas una moda pasajera y seguís subiendo a cantarlas, con buena respuesta de público.
Algunos dicen que es reinventarse. Pero tal vez tenga que ver con la actitud de no detenerse. Yo me equivoqué: hice una película fuera de tiempo. Dos locos en el aire no podía ser más inocente; pero estaba fuera de tiempo. Si en esa época hacía La muchachada de a bordo, habría sido lo mismo. Otros hicieron Los colimbas se divierten, pero no pasó nada. Reconozco mi equivocación. Pero, ¿qué iba a hacer? Tenía que seguir, y seguir me enfrentó a Bussi. 
¿Era un modo de saldar la deuda?
No. Pensé:”En un momento me equivoqué, pero hoy nadie le puede ganar a este tipo.” Tampoco nadie de los que escribieron muchas canciones que expresaban un sentimiento de reivindicación social se plantó para hacerlo. Y lo hice. Había una agresividad muy grande, me rompían el auto todas las semanas. Pero le gané. Pero ahí quedó; fue un acontecimiento en mi vida. Como en otro momento Dean Reed me llevaba a distintas casas a cantar para recaudar fondos para que fuera una delegación juvenil a la Convención Anual del Partido Comunista en Rusia. Si nos hubieran agarrado, no sé qué habría pasado. Pero son cosas que hacés y pasan; que ocurren, y que a veces son como señales muy fuertes, aunque uno no analiza demasiado.
¿Como qué?
Como que si buscás en la filmografía del mundo, no vas a encontrar ninguna película en la que los Beatles aparezcan cantando, excepto las de ellos, y El rey en Londres, que protagonizamos con Graciela Borges, el productor compró imágenes de un show de Los Beatles en un teatro londinense y ahí están. Es una locura; como lo es que una orquesta alemana, en el Royal Albert Hall uniera a Obla Di Obla Da con La felicidad, o que me presentaran en Hamburgo como el autor de esa canción. Andaba por el mundo con esas canciones tan simples, por las que alguna vez, por una cuestión política, alguien me pegó con un fierro por la cabeza. Pero yo no escribí La felicidad en un momento oscuro, sino en el ‘64 o ‘65. Y Yo tengo fe la escribí en 20 minutos, inspirado por la euforia de la vuelta de Perón.
¿Seguís teniendo esa facilidad?
Sí. Sigue siendo igual.
¿Y los temas para las canciones de dónde salen ahora?
Las canciones son recuerdos que están dormidos y en un momento se disparan. Ahí nace la canción. 
¿Pensabas, cuando empezaste a tener éxito, que 50 años después seguirías en la ruta?
No. Cuando arrancás muy joven y te empieza a ir bien, proyectás una vida más tranquila que la que estás haciendo en ese momento. A los 22 o 23 años, yo pensaba que a los 40 iba a estar en una isla, tirado, descansando, y escribiendo canciones para mí. Pero es muy difícil parar, cuando las cosas se van dando de una manera y vos tenés un espíritu de lucha. Ahora, al revés de lo que pensaba entonces, me cuesta imaginarme inactivo. 
¿No es una manera de probarte a vos mismo; de desafiarte para ver hasta dónde llegás?
El desafio es mantener el espíritu que tenés para seguir probándote a vos mismo. Pero también tenés que tener cierta prudencia. Tenés que saber muy bien qué sos, qué representas. Yo pasé muchos años hasta que decidí ir a cantar a un teatro como el Opera o el Gran Rex. Porque interpretaba que si bien en una noche, por el público que convocaba, llenaba varios Rex; lo hacía en clubes de barrio, que era adonde iba la gente que veía mis películas y que compraba mis discos. Y yo no quería ir a lugares donde tuviera que dar examen ante alguien que iba a venir con aires de “a ver qué hace éste”. Si mi público estaba en el Gran Buenos Aires, yo quería seguir haciendo eso. Siempre tuve claro de dónde salí, dónde llegué, a qué podía aspirar y avanzando por dónde. Como también cuando, después de lo de Sinatra, me quedé sin crédito para firmar, me expropiaron una forestación por dos pesos, por la represa de Yaciretá y se me vino la noche oscura. En eso, destaco siempre la muy buena decisión de haber elegido una mujer como Evangelina.  
A quien siempre nombrás, pero que en muy raras ocasiones aparece.
Ella un día decidió que no quería saber nada más con la profesión de actriz, ni nada. Pero desde entonces su imagen fue tan enorme como su voluntad, porque me siguió, a Miami, y de ahí sin escalas a Tucumán. Tuvo una actitud de acompañarme de verdad. Un día me dijo alguien:“Tus hijos van a ser la mejor respuesta que vas a poder darles a tus enemigos.” Entonces, todo lo que haya pasado en la vida que haya sido reprochable de mi parte, cuando hay una familia con chicos que son profesionales, que trabajan, que son respetados, quiere decir que hay una base de la que salieron. Todos siguieron una norma que establecieron un hombre y una mujer -sobre todo una mujer-, y eso se lo agradezco a Dios. Porque esa es tal vez la obra que redondea todo lo demás.
¿Cómo te blindás con lo que ocurre a nivel mediático con tus hijos?
Primero los blindé a ellos. Después, cada uno dice lo que tiene que decir. Y los hermanos pueden no coincidir en muchas cosas, pero a la hora que alguien toca al otro, son hermanos. Y si eso significa que somos un clan, lo somos. Yo vengo de un clan; de un club del clan. En definitiva somos una familia en la que la madre ha puesto mucho, ha sacrificado gran parte de su vida. Pero tenemos satisfacciones. Y el que crea que no se equivocó o que es mejor que el otro, es el que más equivocado está y el que seguramente tienen menos valores que cualquiera. Tenés que pensar siempre que hay que aprender, disfrutar y perdonar. La vida es eso. Lo que no nos damos es tiempo. Pero si nos damos el tiempo suficiente, al final el abrazo llega. Y si es así, valió la pena haber luchado para vivir esta realidad. 
El disco
Dos capítulos para el mismo relato
“Es el atardecer del martes 23 de junio de 2015. Comenzó el verano y se hace notar. Su nueva obra discográfica está cobrando vida a pocos metros de allí, en el Area 51 Studio. El ingeniero Joe Blaney -el de los gloriosos Clics modernos de García- se encarga de diseñar el sonido, nada menos, codo a codo con el productor argentino Nelson Pombal.” Como si fuera un diario de viaje, Fernando Samalea describe el capítulo neoyorquino de Cantando con amigos, que incluyó la participación, allí, de Jim Campilogo y Jesse Harris, habitual ladero de Norah Jones. Más cerca en el tiempo y en el espacio, a unos kilómetros de Luján, allí donde Mercedes Sosa grabó Desarma y sangra junto a Charly, para su colosal Cantora, Juanse, David Lebón, Nito Mestre, Celeste Carballo y Tweety González le suman voces e instrumentos a Vamos a pasarla bien, uno de los 14 temas del disco, de cuya grabación también participaron Pedro Aznar, Daniel Melingo, Rosario y Emanuel Ortega y el propio Samalea. “El resumen es que no haberte enojado en un momento, termina en esto”, dice el Rey.

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