"Yo amo a Shirley Valentine": Ama de casa desesperada


Teatro.Betiana Blum se luce en este unipersonal sobre un ama de casa que sueña, y consigue, viajar a Grecia.

La eterna postergada, así se la podría definir a Shirley Valentine. El personaje representa a tantas mujeres que antepusieron las necesidades y deseos ajenos a los propios. Hasta que un día toman conciencia de esa realidad. ¿Y entonces? 
Betiana Blum interpreta a esta mujer que tiene ante sí la posibilidad de dar un vuelco a su vida sin imaginar las consecuencias.
La pieza, Yo amo a Shirley Valentine, es de William Russel (prolífico autor británico que también vio varias de sus obras transformadas en versión cinematográfica como Educando a Rita y la obra que nos ocupa, entre otras). 
En el teatro Buenos Aires (una sala recientemente estrenada en pleno centro porteño), y con dirección de Valeria Ambrosio (con gran experiencia en musicales), el público, mayoritariamente femenino, asiste a una función que es casi un espejo.
Es interesante cómo se vive la obra desde la platea. Los comentarios por lo bajo, las exclamaciones, risas (contenidas y explícitas) del público hablan a las claras de lo que el personaje pone en escena: un ama de casa básicamente harta de su rol, asfixiada por la rutina, perdida en el escaso espacio de su hogar aparentemente perfecto. Un lugar que ella “compró” como un paraíso y que finalmente se convirtió en un callejón sin salida.
El tono de comedia (Shirley le habla a la pared como si fuera su confidente y aprovecha al público como cómplice), que con el oficio de Blum está más que destacado, rescata una historia que, de otro modo, sería un auténtico drama o incluso, una tragedia. 
Ese delgado límite es en el que parecen reconocerse los espectadores (ellas principalmente) que viven las aventuras de Shirley como catarsis propia.
Tragedia, catarsis. Podemos aprovechar estos términos para acercarnos a Grecia, ese paraíso lejano y exótico con el que Shirley sueña pero del que no tiene ni idea. Para Shirley, Grecia es un salto al vacío. No sabe que ese sitio al que llegará representa mucho más que una geografía llena de historia y bañada de sol.
El viaje desde su pequeño mundo hogareño hacia un destino desconocido buscando su verdadera identidad, la transformará en una heroína. De entre las ruinas helénicas no saldrá indemne y ya no volverá a ser la misma.
La ternura y la picardía priman sobre el personaje. Blum compone a una Shirley querible, un poco sarcástica y con una soltura que le alcanza para llenar el escenario.
Al borde de pecar de naif (la obra se estrenó en Inglaterra en 1986), las aventuras que vive la protagonista (casi como un viaje iniciático) y su irónica mirada, algo impiadosa con el mundo y sobre todo, consigo misma, le van dando más profundidad, a medida que avanza la obra, a esta mujer que es como tantas. Una simple de ama de casa, nada más y nada menos. Una señora que reclama (para ella y para todas a quienes representa) lo que cree merecer: el status de una auténtica heroína.
"Yo amo a Shirley Valentine": Buena. En Teatro Buenos Aires, Rodríguez Peña 411.

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