Una noche con las cantautoras del mundo
La venezolana Yoyo Borobia será el aporte internacional a un recital colectivo junto a Ana Jeger, Nancy Pedro y Silvina de Faveri
ACTÚA HOY
• A las 22 en El Árbol de Galeano (Virgen de la Merced 435). Derecho de espectáculo a la gorra.
La noche será de ellas. Cuatro cantantes de distintos estilos, géneros, formaciones y gustos compartirán el escenario de El Árbol de Galeano para lanzar sus voces al cielo y unirlas en un canto que va de lo individual a lo colectivo. Es que el “Ciclo de cantautoras del mundo” apunta a mostrar que hay más coincidencias que disidencias entre tres exponentes tucumanas muy diferentes, Ana Jeger, Silvina de Faveri y Nancy Pedro, y la venezolana Yoyo Borobia.
Esta cantautora nació en Caracas, donde vivió hasta los 13 años y luego fue a estudiar a España. De allí, con su arte pasó a Francia y al Brasil, ahora recorre la Argentina y en este año se radicará en Portugal por un tiempo, que no augura cuánto será.
Su nombre real es Yosune, que evidencia su raíz vasca y significa Jesusa en euskera, el idioma de esa tierra. “Hubo dos Jesús en la vidas de mis padres: el que los presentó y el que los casó”, recuerda, en diálogo con LA GACETA. El original fue mutando hasta que se enraizó en su artístico Yoyo, aunque admite que le dicen “de 300 formas diferentes”.
- ¿Cómo definís tu estilo?
- Ponerle etiquetas a la música que uno hace es algo terrible, siento que puede ser cualquier cosa porque todo depende de quién lo escucha. Son canciones íntimas, con las cuales busco llegar a un público que no esté sensibilizado con mi estilo de poesías y melodías. Me propuse el reto de alcanzar a otra gente, para que le guste la sonoridad distinta que propongo. En algún sitio definieron lo que hago como world music, una idea que apunta al rescate de la tradición, pero prefiero llamar a mi propuesta world pop, con influencias de muchos lugares.
- ¿Cuándo surge la faceta de compositora?
- Tenía melodías en la cabeza que nunca me sentaba a acabar. Tocaba con muchos músicos brasileños muy buenos y completos armónicamente, y mis canciones eran sencillas. No tenía el coraje de mostrárselas, porque tenía miedo que les parecieran triviales. En junio de 2014 me animé cuando me pusieron el reto de hacer un videoclip con un tema mío para no tener problemas de derechos de autor, y en una semana estaba listo. Tenía el prejuicio de que una canción debía tener complejidad, cuando entendí que su belleza está en lo simple, en los arreglos o en cualquier otra cosa. Me encontré con la gente adecuada para potenciarme como autora.
- Ese inicio con dudas derivó en un disco propio y con tu nombre, que salió el año pasado.
- Fue después de pasar una temporada cantando en hoteles y en festivales como solista. Reuní el dinero con un financiamiento colectivo; luego elegí a la banda que me acompañó y lo trabajé con un DJ muy respetado. Desde entonces estoy viajando por Europa y por América presentando mis temas, y así llego por primera vez a Tucumán.
- ¿De qué forma llegó la música a tu vida?
- Siempre me gustó y de chica tenía mi cuatro venezolano y cantaba, hasta que lo guardé. Me volví a meter en el arte mientras estudiaba derecho de administración de empresas en la Universidad Complutense de Madrid. Por las tardes me dedicaba a la música, al teatro, al coro, al baile... Iba del gospel al pop rock; cuando caí en la bossa nova me puse a estudiar portugués para aprender el idioma y me dieron una beca para París. Fue allí cuando decidí terminar la carrera y dedicarme a la música totalmente. Y luego logré otra beca para Brasil, donde me formé en sus estilos.
- ¿Te sirvió de algo la carrera en la que te recibiste?
- Todo enriquece y no me arrepiento de haberla cursado junto al estudio de la música. Pero no quería estar en una empresa ocho horas por día. Lo disfruté y son obstáculos que se deben superar y metas a alcanzar, etapas de la vida a cumplir. Me permitió entender cosas: yo tenía un libro de 500 hojas para estudiar y me organizaba para saberlas en determinado tiempo; pero en la música no había ninguna posibilidad igual. A un amigo guitarrista le preguntaba cuántas horas le tenía que dedicar al instrumento para aprenderlo, y me respondía que todo era constancia y no plazos de tiempo. No se puede racionalizar el arte (ríe).
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