Gasalla: "Me saqué toda la locura de adentro".
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Entrevista a fondo.De regreso al escenario con "Más respeto que soy tu madre 2", el actor habla de todo: el humor, el país, su vida después del carcinoma de piel, Susana, Tinelli y más.
Paradojas de la vocación. No terminó la carrera de odontólogo, pero lleva una vida trabajando para la sonrisa del otro. Cincuenta y cuatro años luchando por que los demás muestren los dientes. Los sienta y no descansa hasta verles las encías. Su torno, el humor. Antonio Gasalla es, con el teatro vacío, como un dentista. Y la sala, una boca callada. “No soy un cómico que vive de cómico en la vida”, rompe ese silencio durante una hora y media mientras acaricia el piso con zapatillas de basquetbolista. “Yo no soy un cascabel”.
Si quiere entregarle un presente a Gasalla, cómprele un diccionario etimológico: los colecciona. A los 73, se obsesiona por las raíces de las palabras como si fueran las raíces de un diente. “Humor viene de los humores corporales. Y viene de humedad, porque cuando la humedad agarra una pared no te das cuenta y la está transformando en otra cosa. Lo que vas recibiendo, te está cambiando”, explica. El pretexto es el estreno de Más respeto que soy tu madre 2, en El Nacional, continuación de la obra basada en el blog homónimo de Hernán Casciari que en cuatro años congregó a un millón de personas. “La gente cree que el humor es contar cuentos. Eso es superfluo. Como curar gripe con agua caliente. Hacés reír, pero ¿cuántas pelotudeces dijiste? ¿Eso hasta dónde te va a quedar adentro? Somos un país superficial. Nos interesan cosas de manera epidérmica. No queremos guardar dentro la historia. Despreciamos la intelectualidad. Igual somos un pueblo maravilloso”.
Hablando de pueblos, pensando en el horror que vive Francia. Qué poderoso y a la vez peligroso es el humor. ¿El humor debe tener límites? ¿Usted sintió alguna vez que excedía el límite?
Me parece un horror lo de Francia, pero es difícil leerlo. No sé si es fundamentalismo o qué. Es una manera de ver la vida. Cuando viajás a esos países a los que a tal hora todos sacan una alfombrita y se tiran mirando a la Meca, eso tiene millones de años. No podés decir ‘Qué locos están’. Por otro lado, antes había una tranquilidad de que el mundo estuviese menos conectado. El mundo se expande y todas esas costumbres para Occidente terminan siendo choque. El humor tiene límites porque la vida tiene límite. Yo no necesité que nadie me pegara un tiro. Las libertades máximas son difíciles de controlar. He dicho durante la dictadura cosas fuertes en el escenario. La cosa es buscar la metáfora. Igual se camina sobre la cuerda floja.
¿Caminó mucho por esa cuerda?
La vida es una cuerda floja. Nacemos y no sabemos bien para qué. Somos el único animal que no se puede separar de los padres hasta los 18. Mirá los elefantes, le pegan una patada al elefantito para que empiece a caminar. En eso los animales nos dan un ejemplo infernal. Nosotros somos la cosa más inteligente sobre la Tierra, pero en el fondo lo más desvalido. Somos hojas al viento hasta casi los 20.
Quien quiera fundar el Museo Gasalla, sepa que hay tesoros de sobra, material desesperante en su departamento. AA (Antonio Alberto) guarda todavía el escarpín que le tejió su madre. El ramo de flores que ella lució en su boda. Los boletos capicúa de sus viajes al conservatorio. Y una caja que, si se abre, lo devuelve hasta Ramos Mejía.
¿Vuelve mucho al pasado?
No. Obviamente que todo convive dentro. El pasado no se va nunca. Pero no añoro, porque vivo pegado al presente. Para mí la nostalgia es una palabra que remite a que uno la nombra porque perdió algo y no puede volverlo a conseguir. No quiero pensar eso. Quiero pensar en que si uno quiere todo se puede volver a vivir. Enfrente de casa, había una quinta que tenía una reja con una glicina. Cada vez que paso por una glicina revivo esa vida. Estoy muy conectado al presente por mi profesión. Esto es una ceremonia del presente. De repente viene gente, se apaga la luz y pasan cosas.
¿Y a usted qué le pasa? ¿O qué no le pasa más?
No me sigue pasando lo mismo. Me pasa mejor. El escenario es sanador. Venís con resfrío y no lo tenés más y termina la función y volvés a estar enfermo. El hecho de compartir algo, en este caso con 1.200, personas, humanamente, es más importante de lo que uno cree. ¿En qué otro caso va la gente a sentarse al lado de un desconocido, a escuchar algo que no sabe qué es y paga? Y después aplaude. Mirá que manifestación primaria, de bebé, el aplauso. Aunque ha perdido el sentido un poco también esa ceremonia. Cuando empecé en el Maipo, los padres traían a sus hijos de 18 para que vean a una mujer desnuda.
¿Le sigue doliendo el estómago antes de salir a escena?
No, yo no tengo miedo. Será mi manera de ser. A mí, mi mamá y mi papá jamás me llevaron a la escuela. Ni en primero inferior. Y después de grande tuve un chacra maravillosa en Punta del Este y los días que llovía me ponía un impermeable y salía a caminar bajo la lluvia en la oscuridad total.
La imagen de usted caminando bajo el agua a oscuras. Disfruta desafiando al miedo...
Así se te va. Al miedo lo manejamos nosotros. Son cosas que vienen de afuera y te instalan los demás adentro. Será que vivo solo desde hace tanto tiempo. Y que soy tan independiente. Me cuesta hacer las cosas normales de la gente. Vivo a destiempo. Trabajo cuando la gente se divierte y me desocupo los lunes cuando la gente corre. Siento miedo sólo cuando estoy muy expuesto a algo. Pero no me pre-ocupo. A la edad que tengo, el futuro es corto. La ciencia te puede hacer vivir 100 años, pero sabés que estás en una estadío en la que el esplendor pasó. La tercera o la cuarta edad es una época de reflexión, de cosechar lo que sembraste y de no claudicar. Hoy me duele la rodilla, venimos ensayando todo el día como perros, parado ocho horas. Pero lo tomo como un avatar de la vida y sigo.
¿Cómo está de salud después de que le detectaran un carcinoma?
Muy bien salvo la rodilla. Me operé una antes y la otra el año pasado. Me cuido y me controlo mucho. No tengo excesos. El cigarrillo lo dejé hace años. Por suerte lo que me sacaron malo eran lunares. Y lo primero que me dijo el médico es “Tranquilo que esto no tiene metástasis”. Es un cáncer que no se va a los órganos. El doctor del Fleming es un genio. Un tipo que tiene la vida de la gente en la mano, y acorta la distancia y te hace olvidar que esto puede ser complicado.
¿Lo puso más sensible esa etapa?
No, soy lo suficientemente sensible como para que me ponga más. Esto que me pasó me dio la idea concreta de que hay que vigilar el cuerpo. Estamos viviendo más de lo que los órganos pueden. Yo tuve la suerte de que esos dos años y medio que estudié Odontología, el principio era igual a Medicina. Entonces sé de anatomía, fisiología, histología. Cuerpo, órganos, células. Cro que el 70% de la gente sabe más lo que tiene el auto adentro que su cuerpo.
Tanto se preocupa por lo físico. ¿Lo espiritual le preocupa?
Con lo menos carnal estuve metiendo la nariz hace mucho. Nunca entendí la religión católica. Estoy bautizado y nunca entendí la santísima trinidad ni por qué la paloma era el espíritu santo ni quien era el espíritu santo. Cuando estudiaba catequesis no podía hacer preguntas. Creo que uno tiene que encontrar su religiosidad. Lo que lo complete. Yo soy de prender velas. Y soy de rezar.
¿Qué pide?
No pido. Prendo velas. Tengo a San Sebastián, San Antonio, Santa Teresa, imágenes muy antiguas, canales a los que mucha gente les pidió. Pienso en el poder que tenemos nosotros hacia los otros. Creo en la energía.
Año electoral. ¿Es optimista respecto al futuro del país?
Soy optimista porque para ser negativo hay tiempo. Un día nos vamos a poner de acuerdo. Tenemos como una inestabilidad que parece que nos divierte. Estamos bien, estamos mal, estamos bien, estamos mal. Pero la política no es lo mío. A mí me parece que no puedo decirle nada a un presidente. ¿Qué le decís? Si uno elige un representante para manejar los destinos del país, habrá que confiar en lo que hace. Por otro lado, ¿qué queremos? No se termina de entender bien nunca qué quiere este pueblo.
¿Va a festejar los 74 años en marzo?
No creo en los cumpleaños. Son aniversarios burgueses.
¿Está por escribir su biografía?
Me llamaron miles de veces pero pienso que todavía no. Cuando uno empieza a escribir sus memorias está como poniéndose la lápida. No tengo ganas de contar mi vida porque estoy viviendo la vida todavía. Los recuerdos están. La cabeza guarda todo. La primera vez que fui el psiconalista me dice ¿Qué hablaban en la mesa a sus cuatro años? Dije, “Pero este hombre está loco”. Empezamos a escarbar y me acordé todo. Ya no me psicoanalizo, pero lo hice veintipico de años. Hasta que me di de alta.
¿Se dio de alta usted? ¿Y qué sacó en claro?
Me di cuenta que todo lo que viví era verdad. Porque uno vive media vida pensando que las cosas no te pasan. Llegué por un nudo que tenía en mi vida. El primer día hablé dos horas. Cuando terminé de hablar me dijo: “Bueno. ¿Todo esto que usted me cuenta cree que le pasa?” Y en un segundo supe que sí.
¿Siente que vivió como pudo o como quiso?
Después de dejar la facultad pude vivir como quise. Hay que decidirse. La gente posterga la felicidad. Un día dije “Pero me estoy engañando a mí mismo. No voy más a la facultad. Chau”. De ahí empecé un camino de inconsciencia.
¿Fantasea con como hubiera sido como jubilado odontólogo hoy?
No. Será que esta profesión me permitió sacar toda la locura. Me saqué toda la locura y el desenfreno de adentro. Cosas que una persona no puede plasmar. Uno se pasa media vida haciendo cosas por compromiso. Es lindo haber encontrado la vocación sabiendo que hay gente que pasa la vida sin saber lo que quiere.
Faltan horas, Antonio. La verdad, ¿no va a sentir algo mínimamente parecido al pánico cuando se asome y vea este teatro desbordado?
No. Nadie se muere haciendo teatro. Hay todo un invento con eso. Si elegiste tener la cabeza medio metro arriba de los demás....por algo debe ser.
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