Yanina Screpante, la mujer del Pocho Lavezzi: "Hoy no perdonaría una infidelidad"
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Tiene 32 años, trabajó como modelo y se formó como diseñadora. Hace cinco que enamoró al jugador que se volvió sex symbol de la Selección Argentina en el último Mundial. Envidiada por muchas, disfruta de su pareja en París.
Parece que él se enamoró primero. Según la historia, se conocieron en un boliche, por amigos en común y bailaron un rato juntos. El se encandiló con su personalidad, pidió su teléfono, pero rebotó. “No se lo den, que lo consiga”, evoca ella que dijo. Al año, volvieron a cruzarse en Buenos Aires en un té de amigos. El la reconoció, recordó que le había “encantado” y la encaró. Ella aflojó un poco, retomaron el diálogo y desde ahí no se separaron más.
La cosa es que Ezequiel Pocho Lavezzi y Yanina Screpante ya llevan cinco años juntos. “Es la relación más larga que tuve, el récord en mi vida”, menciona la chica, que estaba estudiando diseño de interiores y dejó todo para seguir los pasos del futbolista. Los primeros años vivieron en Italia, cuando él jugaba en el Napoli (es ídolo allá), y hace dos años que están instalados en Francia porque él es delantero del París Saint-Germain. Con el tiempo se convirtieron en la pareja más top y glamorosa del ambiente futbolístico.
De hecho, en el último Mundial, en Brasil, el Pocho resultó ser el sex symbol de la Selección Nacional gracias a sus marcados abdominales. Twitter -donde lo siguen tres millones y medio de personas- ardía cada vez que el Pocho salía a la cancha. Hace unas semanas volvió a ser TT (Trending Topic,tema más comentado) en las redes sociales posando como bombero con el torso al descubierto en una producción de fotos. “Sos un fuego”, “Esperá que agarro un fósforo”, son algunos de los piropos que aparecieron. Yanina, por ende, es una de las mujeres más envidiadas. Y se la banca.
Convocado Lavezzi para jugar la Copa América, que arranca el 11 de junio en Chile, ella aprovechará para pasar un tiempo en Buenos Aires y ocuparse de un nuevo emprendimiento inmobiliario.
¿Quién es esta chica? Es hija única y se crió con la mamá. Sus papás se separaron cuando tenía tres años. “A mi papá lo veía fin de semana por medio”, señala. Los primeros años los pasó entre Cardales y Capilla del Señor y terminó su adolescencia en Florida, provincia de Buenos Aires. “Mi infancia fue súper alegre, vivía en un pueblo donde todavía podías andar en bici por la calle. Hice la primaria en Cardales y la secundaria en Capilla del Señor, que es el pueblo de al lado, donde vive mi abuela”, rememora. Su mamá toda la vida tuvo farmacia y la vendió con la crisis de 2001. “Ahora abrió una peluquería en casa. Se llama Osadía. Ella atiende por turno y hace todo: corta, peina, tiñe. Mi papá estuvo diez años viviendo en Miami, donde pintaba y ahora está trabajando de remisero por Pilar”, apunta.
¿Cómo eras de chica?
Siempre alguna maldad hacía: era medio traviesa. De repente, un día no me encontraban y me había ido a caminar por el techo de los vecinos, o una vez me fui a andar en bici con la vecina y la dejé sola con los ojos vendados. Era remalvada. También fui y soy malcriada. Cada vez que vengo a Buenos Aires mi mamá me hace los ñoquis y el lemon pie.
De Capilla del Señor a París, casi un cuento de hadas...
Sí, es como un sueño. Es lindo vivir en París, una ciudad tan cosmopolita. Pero al mismo tiempo lo vivo naturalmente, no me obnubila, no digo: “Wow”. Tengo una amiga, Chiara, que es la mujer del Flaco Pastore, futbolista también, y ella salió de Palermo a París. Y en su caso, sí fue más abrupto el cambio y lo vive todo como si fuera una princesa. Yo viví en varios lugares, me curtí, viajé como modelo por Europa.
Mundos distintos. No es la Pocha, le dicen Yanais y avisa que tiene mucho carácter. “Siempre fui muy caradura, nada vergonzosa. Cada año que pasa voy perdiendo filtro. Al que le gusta como soy, buenísimo y el que no, que siga. Yo soy así: me amás o no me amás. Y los que piensan que estoy loca, sí, estoy loca, me gusta ser loca”.
Habla más rápido que Natalia Oreiro (y hay que superar a la actriz). Y nada la detiene: ni siquiera el súper sandwich de jamón y queso que está devorando en la suite principal del Hotel Alvear. Mastica y charla con habilidad y educación. En su piel se lee gioia y love, tatuajes que comparte con su enamorado; la palabra Inés, nombre de su madre, y la letra ‘e’, con la que arrancan Ezequiel, Elba, su abuela y Eduardo, el papá.
Por su lado, el Pocho también tiene lo suyo. Taurino y de carácter fuerte, le salta la tanada cuando se enoja. Como su novia. Se crió en Villa Gobernador Gálvez, una ciudad próxima a Rosario. Su mamá era empleada doméstica y su papá, obrero metalúrgico. Surcó una infancia humilde, en la que tener una pelota de fútbol era lo máximo. Jugó en Estudiantes de Caseros, en San Lorenzo y sin quererlo se convirtió en futbolista profesional. Se pulió, aprendió idiomas y gana fortunas. Su pase del Napoli al club francés, costó 26 millones de euros.
Hoy conviven en un departamento art deco en el barrio Neully -Sur-Seine de París, junto a Camilo, el perro labrador que le regaló el Pocho, y a una empleada mexicana. Tiene cinco habitaciones, una para Tomás: el hijo de él de 10 años fruto de una relación anterior, que lo visita mucho. El jugador tiene su propia bodega con vinos franceses y adora cocinar pollo al disco. “No se cuida nada, no hace fierros. Es genético su buen físico”, confía y sigue: “Nos divertimos mucho y somos muy compañeros. ¿Apasionados? Por momentos. En cinco años es fluctuante. A veces él está más cariñoso y otras, yo”.
¿Cómo fue la relación al comienzo?
Al principio vivía el día a día porque los futbolistas tienen mala fama. Fama de infieles, de que les gustan todas las minas. Y yo pensaba: “¿Para qué me voy a meter con un pibe así, que me va a engañar?”. Y ya pasaron cinco años.
Y no pasó nada. Bueno, Vicky Xipolitakis dijo que lo había visto durante el último Mundial...
¿Vos creés que me voy a pelear por eso? Obvio que era mentira. Ni siquiera nosotras podíamos ver a los jugadores en el Mundial.Yo me mataba de risa, ya aparecieron cincuenta y ocho mil novias. El fin de semana siguiente, apareció otra. En Argentina es así la fama: se cuelgan de alguien para figuretear (sic).
Sos una de las mujeres más envidiadas...
(Risas) Eso dicen. Durante el Mundial, yo estaba instalada enBrasil y desde ahí vi toda la locura que se había armado en Twitter. Nunca tuve dudas del Pocho como jugador, lo que nunca supimos es que iba a tener tanta repercusión como sex symbol. Nos sorprendió a los dos.
¿Sos celosa?
Más o menos, depende la situación y en qué contexto, pero normalmente no lo soy. Tenemos súper confianza. Sé qué hace y a qué hora vuelve. Además, si te va a engañar, lo puede hacer en cualquier lado.Pero no soy de desmentir, que piensen lo que quieran. Yo soy la realidad y punto. No tengo que demostrarle nada a nadie.
¿Te bancarías una infelidad?
Hoy no la perdonaría.
¿Sos detective?
Al principio, lo fui un poquito. Mi amiga Chiara Pastore me dice: “Vos vivís en la luna, nunca sabés nada. Viste ésa cómo lo miraba a tu marido o ésa le hablaba muy cerca”. Si tengo que vivir preocupada sobre si me va a engañar porque es famoso o porque es un sex symbol, me volvería loca. Yo soy segura de mí misma y la realidad es que si me traiciona y me entero, “jodete, vos te perdés estar conmigo”. El que lo hace no valora todo el esfuerzo que uno hace al vivir en otro país, al estar lejos de tu familia.
¿Por qué pelean?
Chocamos mucho porque los dos somos de carácter fuerte . Tenemos ascendencia italiana. Quizás por lo que más discutimos es por distintos pensamientos.
¿Cómo son tus días en París?
Manejo todas las casas del Pocho: la del country en Buenos Aires, la de Rosario, las que compra. No sólo me encargo de la decoración, sino que hablo con los caseros. Parece que estoy desocupada, pero lleva tiempo estar en cada detalle. Y voy al gimnasio también. Soy dormilona, así que pongo el despertador tipo diez de la mañana y voy. Al mediodía vuelve Pocho de entrenarse y almorzamos juntos.
¿Se viene la boda?
A mí me encantaría casarme de blanco y toda la historieta. Pero Pocho quiere el hijo primero y después la boda. A ver quién afloja primero.
¿Y te ves con un hijo ahora?
No, todavía no maduré para ser mamá. A nivel biológico, estoy súper preparada, pero aún no quiero perder mi libertad. Camilo, mi labrador, es mi hijo. Cuando viajamos los dos, lo mandamos a una colonia de perros, en el campo, en París, para que se entretenga.
¿Te gustaría volver a vivir a Buenos Aires?
Sí, me encanta Buenos Aires. Me da un poco de miedo la inseguridad. En París no tengo rejas, puedo pasear al perro tranquila a la madrugada y no me ocupo de estar mirando si alguien me sigue.
Encima los jugadores ganan bien.
Imaginate. Mi mamá me dice: “No pongas fotos mías en la revistas que yo trabajo, a ver si piensan que soy millonaria y me vienen a robar en mi casa humilde”.
¿Creés que Pocho se va a retirar en la Argentina?
Un día dice una cosa; otro día, otra. Un día, no quiere jugar más a la pelota; otro, sí. El dice que le gustaría terminar en Rosario Central, pero no sé las vueltas de la vida.
¿Te preocupa tu futuro económico?
Soy hija única, todo lo que tienen mi madre y mi abuela el día de mañana va a ser mío. Así que Pocho o no Pocho, el verdulero, o el que sea, no voy a estar en la calle. Toda la vida laburé. Si estuviera con el Pocho por la guita, ya hubiera tenido hijos.
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