Ana Acosta: "Las vacaciones no fueron hechas para mí"

Ana Acosta: "Las vacaciones no fueron hechas para mí"

De día se gana la vida en su local de la Avenida Corrientes. De noche, en esa misma calle, juega a ser otra. Las mil facetas de una remadora.
Conserva el Chevette gris que compró con los australes ahorrados durante Peor es nada. Modelo ‘92, el fierro brasileño aún puede verse estacionado en la puerta de su casa. Tal vez sea la música de ese motor que rugió desde Nueva Orán a Río Grande la forma de conservar esa época de esplendor televisivo. “De melancólica no tengo nada”, avisa Ana Acosta, sonrisa hasta la sien. “Yo me aferro a los objetos porque soy muy canceriana”.
Ana María, “La trapera”, -como la llamaba su madre cuando usaba los repasadores domésticos como capas de piel de sus personajes-, todavía agradece el ‘No’ que encaminó su vida. “Quería ser psicóloga, pero para estudiar, primero tenía que hacer la carrera de Filosofía y Letras en plena dictadura”, cuenta y relee los atajos que atravesó para llegar hasta el Conservatorio Nacional”. Mientras atendía “la yuyería” de su padre, llegó como clienta la actriz Patricia Castell y aparecieron las respuestas. Castell le pasó la dirección del conservatorio. Horas después Acosta escapó a inscribirse.
Nació un 4 de julio, 55 años atrás, con casi cinco kilos y “doble vuelta de cordón”. Segunda hija de una familia española de comerciantes, la idea del negocio familiar sobrevoló varias generaciones de su clan. Incluso hoy se enorgullece del local de indumentaria y carteras Ana Acosta Moda, en el barrio de Once. De día, se la puede ver perdida entre perchas. De noche, eléctrica entre las tablas. Sus dos “yo” conviven sin conflicto en la Avenida Corrientes, a metros un oficio del otro.
Durante su juventud, su padre había intentado empujarla a la profesión de la venta. Le abrió una dietética en French y Pueyrredón: “La fundí en dos años, pero él no bajó los brazos y me puso una herboristería en Liniers. Me puse a estudiar nombres de yuyos y remé. Abandoné el negocio cuando la gente ya me reconocía y se quería sacar fotos conmigo”. Desde entonces, la cuestión comercial no se terminó: “Durante 15 años el negocio familiar fui yo. Nos fuimos a la lona. Mi marido tenía fábrica de ropa y zapatería y decidimos que se pusiera a trabajar conmigo. Me llevaba de gira, se encargaba hasta de las luces. Quince años después, pudo ponerse el negocio otra vez y me dijo:‘Ahora hacé vos lo que te gusta’. Yme anoté de grande en el conservatorio para estudiar dirección. Volví al edificio donde me recibí de actriz. Estudié como loca. Seis años de carrera metida en los libros”.
Ana Acosta: "Las vacaciones no fueron hechas para mí"
La actriz de "Peor es nada" recuerda sus épocas de gloria televisiva. (Juano Tesone).
Casada desde hace 22 años, nombró a su primera hija Talía en honor a la musa inspiradora del teatro. Su historia de amor nació en la adolescencia, con los bailes del club GEBA como marco. Fabián, casi un niño, llegó acompañado de un amigo. Él medía 1,87, ella, 30 centímetros menos. “Yo tenía 16, él, 14. No me detuvo nada. Miré para arriba y me gustó”.
-Te casaste con tu primer novio. ¿Es algo que podrías aconsejarle a tus hijas?
-No se lo aconsejo a mis hijas, pero la historia se dio así. Más allá del amor que une, pienso en la historia común, que te une más y te hace como una sola persona. Crecimos juntos, me bancó, lo banqué en etapas terribles de la vida. Al final todo eso cuenta.
-Aunque no parás de hacer teatro, para algunos da la sensación de que hay épocas en que desaparecés del medio...
-La explicación es que cuando te dedicás al teatro no aparecés en la televisión y parece que no estuvieras trabajando. La gente de teatro sabe que no paré de trabajar. Tengo 40 obras hechas, eso implica mucho tiempo. Yo desaparecí de la tele cuando se terminaron los programas de humor. Pensar que yo no quería estar en la televisión, un poco por miedo y otro por prurito.
-¿Y cómo llegaste a decir sí?
-Tuve mucho culo en mi carrera. Gracias a Dios. Yo hacía la comedia musical Invasiones inglesas, en el San Martín. Fontova siempre iba a verla, porque en el elenco estaba su novia de entonces, Claudia Fontán. Un día él lo invitó a Jorge (Guinzburg) y él me mandó a llamar. Me fui vestida de policía y le gustó mi audacia. El mío fue un caso entre mil.
-¿Se ganaba bien en aquella televisión?
-Con dos años de ahorro pude comprarme el Chevette, auto que se había puesto de moda. Con ese auto fui de norte a sur haciendo giras. En mi vida tuve pocas vacaciones. Lo mío es trabajar y trabajar. Las vacaciones no fueron hechas para mí. Recién este año me tomé 22 días y me fui a Europa. París, Toledo, Venecia, Florencia, Roma... Desde los 48 años me propuse como regla vencer los miedos.
-¿Y cómo los vencés?
-Cuando uno le hace frente, lo combate. Sino, el miedo se vuelve poderoso. Por ejemplo, a los 48 años me subí a un trapecio. A los 49 hice la primera muestra en el circódromo. Alos 50 me animé a mostrar ocho minutos de trapecio ante 200 invitados a mi cumpleaños. A los 51 tuve el síndrome vertiginoso y perdí el equilibrio. Y,justamente, enfrenté el pánico volviendo al trapecio. Soy un poco hipocondríaca. Ya a los 20 sufría ataques de pánico y me encerraba en mi habitación, pero por entonces no se hablaba de eso.
-¿Tuviste que sacarte algún prejuicio para hablar ahora en público de un tema tan poco marketinero como la menopausia?
-No. La menopausia viene mal asociada al declive, al cuesta abajo. No se habla y no se elige la palabra como título. Me gusta desmitificar eso.
Este año se cumplirán 25 años de aquella corida insólita a lo Usain Bolt, entre las mesas de un hotel donde se celebraban los Martín Fierro. Fernando Bravo abrió el sobre y decretó que la revelación televisiva de entonces era la mujer de las muecas más graciosas. Los extraños competidores de rubro: Marcelo Longobardi y Guillermo Andino. Un cuarto de siglo después, Ana no perdió esa forma de reírse de sí. “Algún día, tal vez tenga vacaciones grandes. Pero por ahora no. Yo nací para trabajar”.

Acosta protagoniza “Menopausia show”, en el Picadilly, con María Carámbula, Marta González, Silvia Kutica y María Valenzuela. Una obra de Florencia Alcorta y Verónica Lorca. 

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