Malevo, la historia del grupo que conquistó a la TV de Estados Unidos a puro malambo


Fenómeno.
Están clasificados para los cuartos de final de América' s Got Talent, el reality de moda en los Estados Unidos, y sueñan con ganar. Quiénes son y qué piensan estos ocho jóvenes del conurbano que brillan en Hollywood.
Hay un momento bisagra en la carrera de todo artista. Este es uno paraMatías Jaime (27) y sus “malevos”. Hasta hace muy poco, ellos pertenecían a ese colectivo de ballets folclóricos alejados de todo circuito mainstream. A fuerza de golpear puertas, probarse en audiciones, “picar paredes” -como dice él- el creador y coreógrafo de Malevo logró formar un grupo con la ambición de romper esquemas y traspasar los límites de un baile criollo de nicho. Y lo hicieron: hoy están en los ojos de todo el mundo a partir de su presencia en America’s Got Talent,el reality de moda en los Estados Unidos, que en Argentina se emite por canal Sony.
Tras pasar las audiciones preliminares del programa, la compañía argentina de malambo está en Buenos Aires preparándose para la instancia de cuartos de final. El 23 de agosto se presentarán en vivo en el Dolby Theatre de Los Angeles (templo de los Oscar) para intentar sortear una etapa más hacia la gran final del 13 de septiembre.
Para eso falta. Acá, en Ciudadela, cerca del club barrial donde suelen ensayar, Matías se hace un hueco para contar el por qué del fenómeno.Del Conurbano profundo a Hollywood, sin escalas, esta es la historia de ocho muchachos que están viviendo un sueño.Además de Matías, oriundo de Lomas de Zamora, ellos son Adrián Saldivia (27), de Gral. Pacheco; Marcos Olivera (26), de La Matanza; Matías Rivas (28), de Lanús; Nicolás Morales (23), de Pablo Nogués; Leandro Palavecino (20), también de Lomas; Alejo Acosta (17), de Merlo; y Sebastián Marcos (42), el más veterano y último malambista en sumarse a Malevo por su inglés fluido, interlocutor del grupo en America’s Got Talent (esta temporada se verá el 5 de enero de 2017, por Canal Sony).
“Todos arrancamos en un ballet de barrio, con un grupo donde te enseñan los primeros pasos, coreos y zapateos básicos. Del ambiente de festivales y peñas barriales pasamos al mundo de las competencias de ballets: Cosquín, Laborde, de donde sale el campeón nacional de malambo”, cuenta Jaime.
Antes de dedicarse exclusivamente al malambo y a vivir de esto, algunos de los ocho “gauchos sexies”, como los catalogaron los medios argentinos, tuvieron que solventar su arte con otros oficios, a saber: carpintería, albañilería, empleado en una estación de servicio. “Venimos hace siete años bailando juntos. Yo le di el carácter de compañía oficial hace dos años. No es fácil sostener un grupo cuando no tenés un trabajo constante y cosas para ofrecerle. Es ensayar por amor al arte y con la esperanza de que algo suceda”, explica Matías.
Y sucedió. Matías, que giró por el mundo en compañías de tango -zapateaba como solista y aprendió los básicos del 2x4-, fue parte estable de Stravaganza -junto a otros cinco integrantes de Malevo- sabía que una rutina típica de malambo no iba a llamar la atención de nadie. Por eso invirtió sus ahorros en la producción de un video/reel del grupo bailando su fusión de zapateo, bombos y boleadoras típicas con toques de flamenco; incorporó estructuras -rampas, andamios- y le impregnó una estética moderna: camisas, camperas de cuero y chupines negros.
Las redes se ocuparon del resto. Un productor de AGT vio la filmación en YouTube, y se contactó con el responsable. “Yo veía la posibilidad, lo sentía. ¿Pero cómo convencés a alguien de que era posible?”, se pregunta. Y justifica: “Quise romper con la estética del malambo convencional. Porque entendemos qué es folclore. Pero la gente afuera no entiende. Y juzga lo que ve. En Estados Unidos no entienden que el malambo es parte de la tradición argentina, que se visten de cierta manera. Para ellos es un show”, justifica.
Con la incorporación de Sebastián Marcos -que trabaja como malambista en cruceros-, Malevo le sumó el látigo a sus coreografías. “Yo siempre trato de mantener algo de lo típico. Porque sino pasa a ser un malambo que no es malambo. Es difícil no cruzar esa línea. Es como el tango. Si la gente sólo se dedicara al tango fantasía, se moriría el tango de salón. Y el tango es el de salón: improvisar. En el folclore pasa lo mismo. El que quiere romper con algo, tiene que saber de dónde parte, sino hacés cualquier cosa”, asegura, mientras se emociona al recordar las clases con su maestro Adrián Bergés, zapateando sobre la tierra de una plaza de Once. “En el tango se pusieron de verdad a laburar y lograron otra cosa en el mundo”, dice.
¿Crees que pueden llegar a lograr eso con el malambo?
Y... ya con lo que está pasando, que se conozca el malambo en el mundo. Porque desde que se dio lo del show me escriben de Berlín, de Rusia, de Australia, de Estados Unidos. Eso ya es un cachetazo. Me encantaría lograr lo que el tango con el malambo.
¿Qué hace falta?
El tango es más social, y por eso es viral. No hace falta que hables el mismo idioma, porque podés agarrar a una japonesa e improvisar. Y se comparte, como la salsa. En cambio esto es más complicado, es un idioma que lo entendemos pocos y tenés que realmente aprender para hacerlo.
¿De ahí que le hayas puesto Malevo al grupo?
Sí. Yo siento esa relación con el tango y con lo argentino. Malevo es una palabra bien de nuestro lunfardo.
¿Cómo se ven para las próximas etapas del programa?
Mirá, en la primera le generamos mucha expectativa. En la segunda lo pudimos mejorar. Y ahora el peso es más grande. No es que vas más relajado, porque ellos y el público esperan más. Cuando fui coreógrafo de Stravaganza, me llevé a cinco de los bailarines. Así que están acostumbrados al público y a competir, a que un jurado juzgue nuestro trabajo. Esa presión es normal. Acá, la diferencia es que te estás jugando algo muy importante y ellos saben que nos puede llevar para otro lado.
Como dijeron en la segunda presentación: les puede cambiar la vida.
Ya nos cambió. Te dan un premio en efectivo que creo que es un millón de dólares, pero no me preocupa tanto la plata. Te soy sincero, no es mi objetivo, no me interesa eso. Lo principal era llegar y mostrar nuestro trabajo. Lo otro viene solo.
¿Saben contra quiénes van a competir en la próxima etapa?
Yo no me involucré mucho en el programa. No sé contra quién competimos, no sé nada del show. Porque no quiero contaminarme de nada, quiero ir con lo mío.
¿Les da bronca que tengan que llegar a un reality de afuera para que empiecen a ser reconocidos acá?
Bueno, yo antes de esto le fui a golpear las puertas a un montón de gente ofreciendo mi laburo y no pasaba nada. Mismo cuando era chico, que estaba sin trabajo, en la lona, iba a las casas de tango a ofrecer lo mío. Después entendí que a veces hace falta otras cosas para llegar y mostrarte. Creo que re funcionaría un poco de malambo en las casas de tango. Pero bueno, o no quieren o no necesitan apostar a otra cosa.
¿Y ahora sentís que está teniendo repercusión?
Sí. Yo eso lo sé desde que empecé a trabajar en esto. Porque cuando me iba a las giras con la compañía de tango, lo más aplaudido de todo el show era mi solo de malambo. No es que me lo contaron. No me olvido cuando en Milán, a los 17 años, la primera vez que me llevaron afuera, terminé mi solo y el lugar estalló. Ahí me di cuenta de que estaba la chispa para encenderla.
Más allá de que ganen o no, ¿cuál es tu sueño y el de Malevo?
Nosotros ya ganamos el show. Haber ido ahí, que la gente conozca el malambo, que el país esté hablando, ya está. Ganar sería un broche de oro y una manera de seguir abriendo puertas de laburo. Mi sueño siempre fue andar por el mundo con mi compañía, trabajando tranquilo. También me gustaría que los chicos que apostaron conmigo puedan tener un mejor pasar con el baile. Porque con el arte nunca se sabe. Una vez un músico me dijo: ‘Mirá, en esta carrera, hoy te comés el pollo, y mañana te comés las plumas’. Y es verdad w

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