Ludmila Pagliero, una bailarina argentina que brilla en la Ópera de París

Danza


Ludmila Pagliero, una bailarina argentina que brilla en la Ópera de París

Se fue a los 16 años de la Argentina. Y hoy, a los 33, es una de las figuras del ballet francés. Su historia y su presente.
Ludmila Pagliero forma parte de ese número ya considerable de bailarinas argentinas que hicieron o están haciendo una carrera fulgurante en el exterior: desde 2012 es étoile (el equivalente de la primera bailarina) del Ballet de la Ópera de París, una compañía con una imponente tradición y a la vez una perspectiva muy contemporánea.
Ludmila dejó Buenos Aires cuando tenía sólo 16 años, invitada el Ballet de Santiago de Chile por el director Ricardo Bustamante. Había cursado seis años en el Instituto del Colón y participado en dos montajes del Ballet siendo todavía alumna: “Bustamante había dirigido el Ballet del Colón y cuando se instaló en Chile se acordó de mí. Acepté la propuesta porque no había, como creo que ocurre hasta hoy, concursos para bailarines, esa posibilidad de presentarse para ingresar a la compañía”.
-Eras muy joven; ¿sentiste alguna duda sobre instalarte en otro país, comenzar una vida nueva?
-La preparación para pensarlo fue muy corta. En una semana mi mamá y yo buscamos departamento, me instalé, ella volvió a Buenos Aires y así comenzó mi vida independiente. Seguramente tenía algún temor, pero creo que se escondía detrás de un sentimiento de gran excitación: estaba empezando una vida profesional y eso me colmaba; había trabajado en dos producciones del Colón, había experimentado el escenario, la orquesta, el vestuario, y era lo que deseaba. Supongo que todo esto atenuaría el miedo.
-¿Y luego?
-Estuve allí tres años con muchas oportunidades que me foguearon. Pero Bustamante regresó a Estados Unidos y estuvimos unos meses sin dirección; para un bailarín es muy difícil no contar con un director, un guía, alguien que diga lo que hay que hacer. No sabía si quería volver a Buenos Aires o seguir adelante. Pero se impusieron las ganas de irme más lejos, de acceder a obras contemporáneas, a creaciones de hoy. Me presenté en un concurso en Estados Unidos y gané un premio: dinero y un contrato con el American Ballet Theatre. Estando en Nueva York supe de una audición en la Ópera de París; con el dinero ganado en el concurso me pagué el pasaje, me presenté e ingresé como cuerpo de baile a la Ópera en 2003. Fue un contrato por tres meses –el del ABT era por un año así que la decisión resultaba difícil-, me lo renovaron y los años fueron pasando.
-¿Cuántas étoiles hay ahora en la Ópera?
-En este momento somos diez; no es un número fijo, hemos sido también ocho, seis. Son lugares que se cubren si aparece alguien que los merece.
-El Ballet de la Ópera tiene tanto repertorio académico como contemporáneo. ¿Qué significa para vos pasar de uno a otro? ¿Sentís que hacer un ballet del siglo XIX implica algún tipo de vuelta atrás?
-Para nada. Es volver atrás quizás en la historia de la danza para comprender ciertas cosas. Pero un personaje tanto de un ballet clásico como de una obra contemporánea consiste en buscar un sentido a los movimientos. Es cierto que en una obra contemporánea se puede trabajar directamente con el creador de la obra y eso facilita encontrar el camino hacia la interpretación. En una obra de Petipa hay que aplicarse mucho a la búsqueda de lo que fue creado y una gran parte viene de uno, de la imaginación y de elementos propios. Mi Lago de los cisnes es sin duda muy diferente al de otras bailarinas; hay algo de desequilibrante en esto porque nadie te dice exactamente “es por ahí el camino”, a pesar de que el montaje se hace siempre con un maestro ensayador. Por otra parte, esa libertad de interpretación vuelve también interesante a esos ballets.
-¿Con qué coreógrafos contemporáneos sentiste más la profundidad del trabajo?
-Uno de los que más me han marcado es el sueco Mats Ek. Es muy exigente. Podés estar ensayando durante siete horas seguidas con él. Y es muy respetuoso hacia el arte y hacia el bailarín. Con él pude despojarme de muchas cosas accesorias, no fundamentales. Es muy distinto cuando interpretás un personaje como el de La Bella Durmiente a cuando encarnás un rol de hoy, con conflictos actuales y despojado de los brillos del ballet académico.
-¿Te adaptaste bien a la vida parisina?
-La vida aquí es muy enriquecedora, entre otras cosas, culturalmente. Tengo acceso a ver espectáculos todo el tiempo; ahora voy a ver a Akram Khan, por segunda vez. Y también a Barýshnikov que está haciendo Los diarios de Nijinsky. Me crucé el otro día con Mats Ek y su mujer Ana Laguna y tomé un café con ellos y charlamos. Es una ciudad que te enriquece. Me siento muy integrada por lo que pude acumular en estos años, por los amigos que son como una familia y por saber que hablamos el mismo idioma. Quizás al principio fue difícil pero hoy no me siento extranjera.
-Estuviste bailando recientemente en el Teatro Colón el rol principal de La Bayadera. Poco después tu mamá escribió en Facebook algo así como “si mi hija hubiera sabido que el rol protagónico de La Bayadera excluía a las primeras bailarinas del Colón, no hubiera aceptado esa invitación”. ¿Es así?
-(se ríe) Fue un comentario de mi mamá, no mío. No tengo un conflicto con mi madre, de verdad, pero le dije que no podía hablar en mi nombre. Yo estoy muy agradecida a todas las invitaciones que recibo de otras compañías del mundo e incluyo al Colón como un lugar importante para mí. No dirijo el Ballet del Colón y sus problemas no formaban parte de mis preocupaciones. Ahora que estuve en Buenos Aires se me abrió la cabeza; yo no sabía que había solo cinco funciones de La Bayadera. Vi que los bailarines del Colón no pueden vivir plenamente su profesión. Fue un gran aprendizaje haber estado allí, ver lo que está pasando; no estar en el escenario sería para mí una gran frustración y si algún día me toca dirigir una compañía de ballet ya sé que hay que defender lo que tiene que ser defendido.
-Está anunciada para la temporada de 2017 tu participación al frente del Ballet del Colón en Notre Dame de Paris.
-Recibí una invitación, es cierto, pero no se concretó todavía, no pude ver aún mi disponibilidad. Sería para diciembre, un mes en el que hay mucho trabajo en la Ópera de París. Hasta ahora, nada fue confirmado de mi parte.

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