Ricardo Darín & Martín Hodara: una amistad de película
Decir que una amistad data de la época de la vieja Casa Tía es hablar de mucho tiempo. Tanto, que el Chino Darín tenía cinco añitos. Un aviso de esa cadena de supermercados los tenía a Ricardo Darín como actor, a su hijo en una participación especial y a Martín Hodara como asistente de dirección. En esa filmación, hace 22 años, nacía el vínculo que hoy los encuentra como protagonista y director de Nieve negra, honda película que se estrena el jueves. Y los tiene, fundamentalmente, como dicen ellos, “hermanados”. Y cuando hay un afecto así, que se construye con el tiempo, con el alma, se nota. Se goza siendo testigo de eso.
Un abrazo largo, con piropos cruzados, los reúne en una oficina cálida y blanca, con café y palmeritas. Darín llega de una sesión de kinesiología, Hodara de pescar en Punta del Este. Con dosis y manifestaciones diferentes, los dos tienen esa combinación de ansiedad y alegría previa a un estreno. El tema de arranque, entonces, es la película. Los que le siguen, la amistad, la incondicionalidad, las series, la vida.
Protagonizada por Leonardo Sbaraglia y Darín (ver Una profunda historia...), atraviesa la pantanosa relación de dos hermanos, con una tragedia en el medio, con un secreto en el fondo. Tiene un arranque a una velocidad determinada, que no vale la pena ahora revelar, pero que lo lleva al actor a reflexionar sobre los tiempos. Que es un modo, también, de hablar de los contenidos.
“Esos diez minutos iniciales son necesarios: hay un trámite aparentemente apacible, una parejita que viaja y no se sabe muy bien a qué viene, hasta que te vas enterando. Se va apoyando de a poco sobre su misma información, para después poder reconstruirla. Lo que pasa es que como espectadores estamos intoxicados de un ritmo de edición y montaje… Hoy todos entienden de todo: de interpretación, de música, de iluminación, de doblaje. ¿Por qué? Porque es tanta la cantidad de series y películas que se ven por semana y hay tal nivel de información que, si la ansiedad por ver lo que estás dispuesto a ver no se corresponde con el timing que te están proponiendo, entrás medio en crisis. Decís ‘Necesito que pase algo ya o me voy a ver otra cosa’. El pedido es: ‘Me tenés que sacudir rápido’.
El hombre que -en distintos roles, como continuista o asistente de dirección-, trabajó con él en El faro, Nueve reinas o La señal(película ideada por Eduardo Mignogna, que ellos dos dirigieron juntos, más abajo lo explicarán) aclara que “esos primeros minutos son fundamentales para presentar los flashbacks. La idea, desde el guión -que es suyo y de Leonel D’Agostino- era que el espectador fuera entrando de a poco en clima”.
Y una vez que entre en clima tal vez no quiera salir más. La historia atrapa, Darín derriba todos los límites posibles de la composición: un ermitaño que abriga su soledad en una cabaña perdida. Puede ser la Patagonia, pero el rodaje fue en Andorra. “Hay un contexto que es condicionante, de largos traslados, no es un contexto dinámico. No ocurre en una ciudad, donde todo es pim pam pum. Eso es lo que se quería contar, mostrar esa atmósfera”, delinea Darín, que prefiere hablar más de la historia que de su talento. Y eso que sólo un Darín puede darle vida a Salvador, un tipo que habla menos de lo que dice.
-¿Qué estado tenés?
-Darín: Estoy orgulloso y feliz. Costó mucho. Estuvimos cinco años para hacer esta película
-Hodara: Seis. La primera versión del guión la leíste cuando estabas filmando la escena de Carancho en el cementerio.
-Darín: Cierto. Y me atrapó.
-¿Cinco años es un tiempo habitual para producir una película?
-Hodara: No, lo que pasa es que era el condicionante de la nieve, más el condicionante de cuando Ricky podía, más cuando Leo podía. Era ‘Tenemos nieve, pero Leo no puede’. Bueno, ‘Tenemos Leo, pero no hay nieve’, ‘Tenemos Leo, Ricky y nieve, pero no la gente que ponga la plata’. Y así.
-Darín: Aparte no hablamos de nievecita. No era una locación nevada. Hablamos de nieve, mucha, que permita llevar 100 monos del equipo, con camiones y que tengan acceso sin quedar empantanados. Era muy difícil encontrar el lugar.
-¿Qué devolución te hizo de la lectura del guión?
-Hodara: Lo leyó y me llamó enseguida. Fue emocionante. Y él eligió a Salvador. No había ningún personaje designado. De hecho, cuando lo escribimos no pensamos en ningún actor.
-¿Pero vos lo querías a él?
-Hodara: Bueno, ¿quién no lo quiere?
-Darín: Lo que pasa es que nosotros somos muy amigos, y siempre estamos al tanto de los proyectos del otro, y yo estaba expectante por leer eso que estaba escribiendo. Me acuerdo de ese día: apenas lo terminé de leer, levanté el teléfono y le dije ‘Esto es una bomba, todavía estoy temblando, tenés que hacer esta película’.
-¿Por qué elegiste a Salvador?
-Darín: El personaje es súper interesante, me gustó la chance de hacer algo con otras características y me gustó no tener el peso de la película sobre mis espaldas, con lo que yo vengo medio mal acostumbrado. Y, además, al personaje principal que hace Leo le veía un techo de 42/43 años... Pero, ¿puedo retomar eso que me preguntaste hace un ratito acerca de cómo estoy? Te dije feliz y quiero decirte más: feliz por la realización y, especialmente, feliz por él, porque es un hermano para mí. Y sé lo que significa dar este paso, lo que le costó hacer este largometraje. Somos muy confidentes en varios aspectos, me apoyo mucho en él. Y Martín me dio una gran mano cuando hicimos La señal (se estrenó en 2007). Y me la dio sin dudar. Yo lo llamé una noche y le dije ‘Socorro, me hice cargo de la dirección de una película (la de Mignogna, que el actor decidió retomar tras su muerte) y me tenés que ayudar’. Me dijo ‘Estoy con vos’, sin necesidad de pensar. Y eso no lo hace nadie. Aún el que te quiere mucho te dice ‘Bueno, Ricardo, dejame ver, bla bla, te llamo en un rato’. Entonces que él haya hecho su primer largo solito de esta forma, con la capacidad que sé que tiene para el cine, es felicidad pura.
-Cuando hay un afecto así, tan fuerte, ¿incide en el resultado?
-Hodara: Yo no soy muy demostrativo afectivamente, pero siempre digo que para mí los equipos arman también una película. Hablo de la relación del director y el actor, hasta del eléctrico o el chofer que te lleva y te trae y se levanta una hora y media antes que vos. Hace un rato nombrábamos a Mignogna y él era así: son famosas las picaditas de Mignogna en el camión de cámara.
Darín: Terminaba el rodaje y te decía ‘¿A dónde vas? Vení para acá, mirá el salamito y el queso que tenemos’… Eso es la fiesta del rodaje. Eso suma. Y cuando estás en la montaña, con 25 grados bajo cero y no te podés trasladar, y hace un frío de cagarse, y todas son contras, ahí es donde imprime de verdad. Ahora que vos preguntás, tomo conciencia de que hubo mucho amor en la película.
Se conocieron en 1994 (ver La familia Darín), sus caminos profesionales se cruzaron más de una vez y ahora son los protagonistas de esta historia de amistad, en la que abundan los guiños. “Lo que recuerdo de los primeros tiempos es que cuando éste y yo hacíamos contacto visual había corriente... Esa cosa de achicar los ojos y notar que del otro lado hay alguien”, grafica Darín, con la mano en el hombro de Hodara. Esto no es un momento de promoción de una película. Es la bendita magia del afecto.
RECUADROS
-El ranking de cada uno: Sobre gustos y series
* Hodara toma la posta y arma su podio de series actuales: “Twin Peaks, The Wire y The Honourable Woman. Cuando era chico veía el Superagente 86 y era fana de Los intocables: me acuerdo de levantarme a hurtadillas, porque la daban a las 12 de la noche y la escuchaba con un auricular para que mi viejo no se avivara”.
* Darín arranca por el pasado: “Arriba de todo pongo a El fugitivo, luego a El agente de CIPOL, Yo soy espía, El santo, Viaje al fondo del mar, Patrulla de caminos y Ruta 66. Sí, ya sé, no entran todas en el podio, pero se lo merecen. Marcaron mi infancia. De ahora me gusta mucho Breaking Bad, hace poco terminé de ver The Night Of, estoy viendo Mr. Robot y la que me partió la cabeza, definitivamente, es Homeland".
-La familia Darín en el supermercado
El aviso muestra a los Darín hablando de las compras que hay que hacer para Navidad. ¿Dónde hacerlas?: en el Tía Express (de la familia Casa Tía). Ese comercial de 1994 fue el punto de partida para el vínculo entre Ricardo y Martín Hodara, asistente de dirección de ese corto. Y el Chino Darín era un gurrumín preocupado por la compra del arbolito.
-Los sueños de veterinario y astronauta
Con 31 años en distintos roles de la cinematografía, no hay dudas de que el camino de Martín Hodara era por ese carril: “Mi viejo, arquitecto, era el presidente del cineclub de la facultad de Arquitectura. Y en casa siempre había libros de cine al alcance de la mano. Además, mi colegio quedaba a cinco cuadras de la Lugones, con lo cual iba seguido a ver todo tipo de películas. Sin embargo, recuerdo que de chico decía que quería ser astronauta”.
Darín hace memoria y dice que “cuando me preguntaban qué quería ser contestaba veterinario. Desués quise ser 14 minutos abogado, y también psiquiatra, porque estaba convencido de que tenía una capacidad especial para ayudar a la gente a destrabar sus problemas mentales. Lo que me pasó es que no tuve mucho tiempo de pensar, porque empecé a actuar de chico. Agarré el camino ya medio sembrado y en un momento ya no quise ser otra cosa”.
-"Nieve negra": una profunda historia de vínculos
Salvador. Así se llama el ermitaño que compone Darín en la película.
Por esas necesidades del mercado, en las que hay que etiquetarle un género a las películas, se dice que Nieve negra se enmarca en el molde del thriller. Pero, una vez vista, y con las emociones sobre la mesa, se la podría definir como una profunda historia vincular. Para Darín, “todo el relato es un nudo afectivo”. Y Hodara reconoce que “Leonel (D’Agostino, el otro guionista del filme) y yo siempre pensamos el libro como una tragedia”. Protagonizada por Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín, junto a la española Laia Costa, Dolores Fonzi y Federico Luppi, Nieve negra revela el secreto de una familia, guardado durante muchos años, que un hecho coyuntural (la venta de unos terrenos) viene a destapar. Marcos (Sbaraglia) viaja a la Patagonia donde vive su hermano Salvador (Darín), un ermitaño de pocas palabras y mucha tensión, un personajón.
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