Los ricos no piden permiso: cóctel de conflictos y muchos personajes


"Los ricos no piden permiso".El primer capítulo de la tira de Pol-ka quedó tomado por el “quién es quién”. Norma Aleandro brilló en su participación especial.

El tiempo no mide lo que la gente pueda sentir, por más que algunos hablen de “un año largo” o de “extensos minutos”. Y una hora siempre será 60 minutos, una cantidad suficiente para muchísimas cosas, pero escasa para intentar pincelar la multitudinaria paleta de personajes de un culebrón que, en su debut, apenas si pudo contar, en un sobrevuelo,‘quién es quién’. El ‘qué’, tal vez, quede para esta noche. Así fue el estreno de Los ricos no piden permiso, la nueva tira de Pol-ka -escrita por Marcos Carnevale- que empezó ayer, a las 22.15, por El Trece, y en la que, se intuye, habrá una seguidilla de conflictos.
   Más de uno dirá, seguramente, que, salvando las distancias, tiene algo de Dallas, de Dinastía y hasta de Bonanza, si se quiere. Hay aroma a clan, aroma a lucha de clases, a amores cruzados, a más infelicidad que alegría. Por lo que se pudo ver en el primer capítulo, así como Dallastuvo a los Ewing y Dinastía a los Carrington, Los ricos... cuentan las desventuras de los Villalba, una familia rica que necesita rodearse de pobres. El ABC del culebrón.
   Por ahora, no más letras que esas tres para plantar la historia, sostenida por una artillería de personajes, tantos, que su presentación se robó todo el episodio inicial, con frases tales como “Yo soy Rafael, el capataz” o “Yo soy Julia, la maestra”, en un diálogo entre los personajes de Luciano Castro y Araceli González.
   Y como se trata de un protagónico coral, hubo escenas de ese tipo para saber quiénes eran y qué profesión o característica tenían los ocho que integran la punta de lanza: Gonzalo Heredia, Agustina Cherri, Juan Darthés, Luciano Cáceres, Julieta Cardinali, Sabrina Garciarena, más Castro y González.
   Lo mejor, lejos, quedó en manos de la gran Norma Aleandro, la madre de los Villalba, la viuda de Carlos María, mujer tan odiada como querida por sus tres hijos, dueña de una acidez que no parecieran tener las otras criaturas de esta ficción. Pero si es cierto aquello de que lo bueno, si breve, es dos veces bueno, lo de Angélica fue entonces maravilloso, porque sobre el final del capítulo apareció muerta en medio de un trigal. Un gancho interesante para ver el episodio de hoy, y una pena para los espectadores, porque el talento de Aleandro ameritaba tenerla un rato más en pantalla. Y eso que unos minutos antes había dicho: “No me voy a morir, no le voy a dar el gusto a ninguno de ustedes”.
   El poquito tiempo que duró al aire alcanzó, al menos, para que el oficio le permitiera demostrar a Norma que en un par de escenas se pueden hilvanar matices y tonalidades, sin tener que volcarse exclusivamente por la blancura de la bondad o por la oscuridad de lo perverso. “Qué distinto te soñé antes de tenerte”, fue capaz de decirle a su hijo mayor, Antonio (Darthés), hermano de Agustín (Heredia) y Ana (Garciarena). Los Villalba verán en Rafael, el capataz de la estancia Santa Elena, donde transcurre la historia, a un rival, carismático, atractivo, apasionado, un muchacho de esos que tan bien le sientan a Luciano Castro.
   Anoche hubo una boda, un incendio, una muerte y un recorrido por las huestes de los pobres y los ricos, sin hacer demasiadas escalas. Hoy comenzará a correr el tiempo para que tanto los ocho protagonistas como el resto del elenco puedan empezar a contar sus propias historias, con todos sus condimentos, que de eso, por otra parte, se tratan los culebrones. 

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