Pepe Cibrián: “No pienso morirme pronto”
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Entrevista.
A un mes de haber sido operado de un cáncer de próstata, el director y actor ya pone en marcha obras para 2017 y 2018. Y hará campañas de prevención.
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Ahora le copia el eslogan al hipocondríaco Woody Allen: “La mejor frase que pueden decirte no es ‘Te quiero’. Es: ‘Es benigno’”. Pepe Cibrián habla de cáncer sin espanto y los anillos le pesan más que las manos. Está rejuvenecido, como si fuera una versión anterior al Pepe que gritaba su monólogo “Marica” en la Legislatura. Hace un mes lo operaron por un tumor en la próstata, luego de enterarse accidentalmente de la enfermedad tras un examen prequirúrgico para una cirugía estética. “Accioné a tiempo”, advierte, y adelanta que transformará la intensa experiencia en una campaña de promoción junto al Ministerio de Salud.
Su carta pública recibió tanto aplauso como repudio pacato. Pepe eligió un título audaz: “Por un dedo en el culo”. En el texto “salvaje” llama a las cosas como son: “Muchos hombres, por eso de que no me metan el dedo en el c... porque soy macho, no se hacen ese fundamental estudio”.
Para conversar con él hay que llegar hasta Pilar, a un barrio privado de murallas excéntricas. Sus vecinos, por ejemplo, fueron capaces de comprar un Fitito turquesa y estacionarlo para adornar la puerta. Muros adentro, cuesta procesar tanto objeto estrafalario. Pepe dice que en 49 años de terapia no pudo resolverlo: “Lleno espacios porque le tengo miedo al vacío. La marca de la soledad se te queda de niño y no se va nunca más”.
No hay que forzarlo a hablar.Tiene tanta alegría por las buenas noticias, que casi no hace caso a las preguntas: “Ahora vendrá el chequeo cada tres meses, después será cada seis, si Dios quiere. Todos los ganglios que me extrajeron dieron cero riesgo de metástasis. No me pienso morir pronto”, dice mientras rocía el ambiente con agua floral y sus cuatro perros usan su brazo como bufanda.
Hablaste de fantasía de suicidio ante tu rechazo al sufrimiento. ¿No creés que es un tema extremo, delicado para difundirlo así?
Creo que uno en los medios y en la vida tiene que hablar de aquello que siente. Y creo que el suicidio no es sólo quitarse la vida, tal vez me refería también a eso. El suicidio de la adicción al éxito, el suicidio de tener que estar llenando teatros. El suicidio de que si no me sale una nota no existo. El suicidio de querer hacer sólo lo que me da la gana. No me importaría vender todo esto y mudarme a un dos ambientes con Santiago, mi pareja. Esas son formas en que nos vamos suicidando. Pero si yo tuviera que sufrir, ojo, no sufriría. ¿Para qué y por qué? Uno puede firmar en su testamento muerte digna. ¿Iré al infierno? Puede ser.
¿De verdad creés que uno se va a algún lugar?
A un plano maravilloso, donde te tienden las manos tus seres queridos. Mis padres, mis abuelos, creo que están en un superpullman, como en un teatro. Yo no tengo un Dios, soy católico porque me bautizaron, pero agradezco a Dios mucho. Ahora lloro mucho de noche. Me cuesta dormirme y me duermo agradeciendo. Sé que hay gente que tiene enfermedades dolorosas o más intensas. Pero es mi cáncer. ¿Entendés?
¿Estas situaciones sirven bajar el narcisismo, la egolatría?
No. Porque después de 49 años de terapia he aprendido a centrarme menos en mí y a la vez más en mi. ¿Cómo es esto? Vamos a estrenar Lord en enero, que dirige Ricky Pashkus. Yo no tengo nada más que actuar. Eso es pensar en el otro. En 68 años me doy cuenta que hay cosas que no son importantes, como hacer la nota de Clarín.
¿Y por qué sí darla?
Me causa gentileza que vengan. ¡A los 20 años hubiera dado la vida por una línea en Clarín! Y no es que ahora sea menos importante. Lo importante ahora es que las cosas tienen que darme amor, sino, no las hago.
Muerte nunca fue una palabra terrorífica para vos. Jugaste mucho con esa palabra, la nombras en tus notas, en tus obras...
Mirá qué casual. Lord, mi próxima obra, trata sobre los muertos que se le aparecen a un hombre avaro. ¡Los muertos no son tristes, están encantados con la muerte! Y lo que le dicen al hombre es: aprendé a vivir para una mejor muerte. Lady Parca es Georgina. ¡Mientras yo escribía todo esto estaba creciendo mi tumor! Decís: ¿Cómo es que alguien puede presentir? Quiero tratar a la muerte como una vedette de revista.
¿Una vedette?
Sí, tomarla a la tremenda es cultural. La palabra cáncer es cultural. Hay que decir cáncer, caca, muerte. Son palabras que hay que decir porque están en lo cotidiano de la vida. Lo bueno es que yo sé que de esto no me voy a morir. El otro día un señor que manejaba un remis me dijo “Gracias por lo que habló. Gracias, porque somos compañeros”. ¿Compañeros? “Sí, tengo cáncer de pulmón”. Yo quiero decirle a esa gente que si lo pelea, tiene más chance. Y que hay que hacerse los chequeos. A las mujeres les aplastan las tetas, está bien, pero tienen que atravesar ese estudio. Para algo tiene que servir esto que me pasó.
Se te nota fuerte, menos vulnerable que hace un mes. ¿Tenés menos miedo?
Sólo le tengo miedo a la posibilidad de la soledad. Me pone triste, es una marca que llevo en mí. Está metido eso en mí. Tengo un rasgo muy melancólico y cierta tendencia depresiva, pero me río mucho también. Pensá que mi vida de niño fue un despelote.
¿Por qué?
Nací en una gira en La Habana, estuvimos dos años en gira con mis padres, vivíamos en hoteles. Yo tenía una niñera mexicana. Intentaban que yo no llorara para no molestar en el hotel. La marca de la soledad está en mí.
Pero estás en pareja desde hace 16 años. No estás solo...
Con Santiago somos inseparables. Van 16 años. Tiene 26 años menos que yo. Era arquitecto ya cuando me conoció. Pero ya no dormimos en la misma cama.
¿No?
(Se ríe). Hace un año dormíamos con todos los perros, pero un día me dijo: “Pepe, me levanto a las siete para ir a trabajar, no puedo dormir. Elegí: los perros o yo”. Y elegí a los perros.
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