“A la tele le falta corazón y le sobra marketing”


Televisión.
En “La Leona” (Telefe) se luce con un personaje dramático. Y el lunes estrenará segunda temporada de “La casa del mar” (DirecTV). Retrato de un actor “serio”.

Hace 20 años, Juan Gil Navarro tomó el colectivo 168 desde Vicente López hacia el río, bajó en el set de "Montaña rusa" y tuvo que repetir la toma 20 veces, porque no sabía cómo pararse frente a cámara. Tenía pelo largo, no soñaba con ser dueño de un celular ni con que la TV pudiera verse mediante ese y otros aparatitos. Ahora que la alta definición le escanea hasta el iris y YouTube lo devuelve subtitulado al hebreo, se lo puede ver en "La Leona" (Telefe) y en la segunda temporada de "La casa del mar" (desde el lunes a las 22, DirecTV).“Antes sufría porque quería obtener un resultado, en vez de entregarme al proceso -dice con una seriedad extrema-. Estaba tan preocupado porque la flecha diera en la mitad, que no miraba el arco”.
Juan es el mismo que los archivos registran enojado en un escenario, quitándole el paquete de papas fritas a espectadoras que hacían crujidos en plena función de "Las brujas de Salem". Maneja una moto Triumph (el emblema que piloteaban Marlon Brandon y Paul Newman), le escapa al circo farandulesco, pero jura que no es postura cool: “Lo cool todavía no sé muy bien qué quiere decir”.
Se llama Juan por Juan Certo, el abuelo materno, electricista, cuyo padre había ganado la lotería. Arrastra con un árbol genealógico “croata-austríaco-español” y siente que los periodistas no son una amenaza. Los ve como a colegas de su padre y como personajes que hasta hubieran podido ser sus propios colegas. “1) Todo lo que digas puede ser titular. 2) Sé generoso cuando te hagan una nota. 3) Dale mucho material al periodista. 4) No te pongas el casete. 5) Sé honesto sin ofender. 6) Sentate en cualquier medio. 7) Nunca llames a una redacción para quejarte, a no ser que hayan escrito mal el apellido”, enumera los consejos de Don Manuel Gil.
A los 42 años, siente que está hecho también de “cierres en redacciones de agencias de noticias, entre mucho cable enroscado de teléfono viejo y humo de cigarrillos”: “Me gustaba verlo a mi padre escribiendo, pidiéndome ir al archivo a buscar fotos, o yendo a la sala de revelado. Yo podría haber trabajado en eso”, deduce. En cambio, paseó perros, cortó pasto en jardines, fue preceptor y hasta redactor publicitario mientras estudiaba teatro y construía la prehistoria de lo que sería el boom internacional: el galán Fritzenwalden de "Floricienta".

¿Sos demasiado serio?
Me asombra la mirada externa, porque yo no me considero tan serio. Hay tanta frivolidad, que en algún lugar todavía siento que tengo que aclarar que no me metí en esto por la fama. Tengo una base medio alemana por el colegio. Me relacioné con gente que no era canchera.
¿Forma parte de tu mesura no involucrarte públicamente en política, a diferencia de cientos de tus compañeros?
Hago como los políticos: no hablo de política. (Se ríe). No puedo hablar de lo que no sé. Podría decir una burrada. No creo en el poder de transformación de un país gracias a un partido político, sino que creo en nosotros. Cuando lo entendamos de una vez, no nos vamos a frustrar tanto. No hace falta un papá para llevar adelante un país.
Estás en un momento histórico: debutaste hace 20 años en televisión y hoy hay cambio de hábitos y hasta amenaza de desaparición de la tele tradicional. Adolescentes que miran YouTube, espectadores que eligen el modo “On demand”. ¿Qué análisis hacés?
Por el tipo de sociedad que tenemos, no creo que para nosotros vaya a desaparecer la televisión. Si la gente no mira aire y sí Netflix, es porque se priorizó el negocio y la rentabilidad antes que las historias. Creo que hay un manual de marketing. El sondeo de lo que funciona. A la tele le falta más corazón y le sobra marketing. El tipo que inventó la Coca Cola: la inventó porque le gustaba. Después hubo marketing. Yo me acuerdo de Atreverse: casi no había decorados. Eran primeros planos a actores diciendo texto. Eso quería hacer yo. Ya no existe.
En el primer capítulo de “La casa del mar” protagonizás una escena con música electrónica y pastillas. Nunca más oportuno el tema...
Sí. Tema complicado. Creo que cerrar las fiestas no es un escarmiento. Escarmiento sería una política de estado. Sanear a todos los organismos que están hasta el cuello. Imagino que en algún lugar los gobiernos no combaten esto considerándolo brutalmente como “limpieza, saneamiento”, como decir, “Que se maten”.
¿Entre los actores hay mucha hipocresía con el tema drogas?
Sí. Es que somos una sociedad pacata todavía. Yo no puedo emitir juicio. Quien quiera hacerlo, que lo haga.
¿Fue difícil resguardarte de la droga en plena adolescencia en la televisión?
No. Mis conflictos tuvieron que ver con otras cosas, con situaciones de maltrato. Me han llegado a decir: “Si no te gusta, hay muchos semáforos a los que les falta un malabarista”. Me fui y no permití maltrato. Uno puede pegar portazos de manera suave. Como decía Alfredo Alcón una vez: “Yo no sé qué pasó, pero de repente los pies me sacaron del San Martín”.
Cumpliste diez años de matrimonio ya. ¿En tu medio eso es transgresión?
Sí, puede ser. Segundo matrimonio. Natalia es una mujer a quien le debo muchas de las mejores cosas que me han pasado. Aprendí mucho. Es más impulsiva y me llevó a hacer cosas que tal vez yo no hubiera hecho. La conocí en Pol-ka. Ella trabajaba en la Administración. Yo estaba en el bar y la vi cruzar un hall en diagonal. Es muy gringa y pensé que era sueca o polaca, y que no hablaba español. Empecé a subir a la Administración todos los días. Pero la invitación definitiva no fue mía, sino de ella.
Vas a protagonizar en teatro monólogos de Shakespeare, lo que hizo Alfredo Alcón en los 80. El forjó gran amistad con Joaquín Furriel y otros de tu generación. ¿Qué relación los unió?
Un 15 de agosto de 2008, para mi cumpleaños, me llamó mi representante para decirme: “¿Querés hacer Shakespeare con Alcón?”. No éramos amigos, pero tuve la suerte de estar cerca de esa lucidez y sensibilidad. A la semana que murió tuve un sueño que nunca conté. Lo veía con rulos, como si hiciera Nazareno Cruz y el lobo, estábamos en un bar, se tienta y me pregunta: “¿Qué estás haciendo con tu estupidez?”. Y me desperté.
¿Y qué estás haciendo?
Intento podar mi estupidez. Todos tenemos momentos absurdos. Es sano también. Yo creo que en el sueño me estaba diciendo: “¿Te estás dejando llevar o estás construyendo lo que querés? No ir con la corriente...
En tu ambiente, no ir con la corriente puede implicar menos trabajo...
Seguramente. Mirá, Johnny Depp se plantó algún día ante Disney y dijo: “Lo hago a mi manera”. Y lo hizo. ¿Entonces qué es más importante? Yo no soy obediente con el marketing.


Juan Gil Navarro en "Montaña rusa" en 1996.
RECUADRO
Año 1996. Al pelilargo Juan Gil Navarro le tocaba encarnar a Micky, personaje que funcionaba como parodia de “Beavis and Butt-Head”, junto al actor Lautaro Delgado. Al año siguiente ya fue convocado para actuar en el Alvear junto a Soledad Silveyra (“Las visiones de Simone Machard”). Lleva hechos unos 40 programas de TV. Con “Floricienta” su cara recorrió hasta Medio Oriente.

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