Acoso sexual en la Armada: "Viví un calvario por decir no"
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Una historia de terror en Ushuaia
Una marinera contó que un superior la persiguió durante meses. Ahora está suspendido. “Quiero sentar un precedente”, dice ella.
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“Las mujeres en la Armada están atadas de pies y manos y amordazadas. Más aún al no tener jerarquía. No te podés quejar ni reclamar nada. No tenés derechos”, dice entre lágrimas Lucía. Ese no es su verdadero nombre sino el que eligió para preservar su identidad y poder contar el calvario que vive desde 2013 cuando, según denuncia, empezaron las situaciones de acoso laboral y sexual que derivaron en una situación de abuso en el interior de la Base Naval de Ushuaia. El militar ahora está suspendido preventivamente, mientras se tramita un sumario interno y una causa judicial.
Lucía tiene 28 años y es madre soltera de un nene de 13. En 2011, ingresó a la Armada ilusionada con seguir la carrera militar. Sin embargo, se fue desencantando. En 2013, llegó a la base un suboficial –casado y con hijos– que la doblaba en edad. “Yo tenía un cargo bajo, de marinero. El era uno de los jefes y me decía que si estaba con él iba a mejorar económicamente y en el trabajo”, detalló. “Yo trataba de eludirlo, pero aparecía cuando estaba sola limpiando y me decía cosas como que le gustaban mis pechos”, sumó Lucía.
Una noche de ese año sonó su teléfono a las 22. “Era este hombre que me decía que se había perdido la llave de un camarote y que tenía que ir a la base. Yo le dije que era tarde y amenazó con sancionarme si no iba”, contó la joven. El suboficial pasó a buscarla en auto y, en el trayecto a la base, cambió de plan: “Me dijo que habían aparecido las llaves y me propuso ir a un descampado para tener intimidad”, siguió Lucía, quien se negó y tras pedirle por favor que la dejara bajar, pudo regresar a su casa.
El acoso continuó y Lucía se calló. “Mi nene tiene una enfermedad crónica y, en esa época, lo tenía que llevar con frecuencia al Hospital Garrahan de Buenos Aires. No podía perder mi trabajo y mucho menos quedarme sin obra social”, explicó la mujer.
Eso fue hasta una mañana de julio en la que este hombre –cuenta Lucía– la hizo entrar a un depósito de la base: “Cuando ingresé, me arrinconó contra una pared, me agarró fuerte de los brazos y me empezó a decir que lo tenía loco, luego me manoseó los pechos y el resto del cuerpo hasta dejarme moretones. Yo le pedía por favor que parara”, recordó Lucía, y aseguró que “no hubo acceso carnal” porque lo empujó y logró soltarse.
Esa vez juntó valor y fue a hablar con un superior. Pero, para su sorpresa, la reacción no fue la esperada. “El teniente me dijo que yo era marinera y él suboficial, que mi palabra no valía y que me fijara lo que iba a hacer”, relató Lucía, y aseguró que el suboficial , tras enterarse de esa charla, empezó a darle tareas extra que requerían esfuerzo físico. “Una vez me mandó a cavar pozos, me lastimé tanto la muñeca que tuvieron que operarme”, expresó.
Durante 2014, Lucía tuvo un respiro ya que el suboficial fue derivado a otro destino. Antes de irse le dejó una “foja de mal concepto” y, a fines de ese año, recibió la notificación de baja de la Armada. “La edad límite para marinero es a los 28 y yo tenía 26. A pesar de eso, me quedé sin trabajo”, explicó. En ese momento, presentó un amparo explicando que necesitaba el empleo para mantener la obra social para su hijo y, en agosto de 2015, la reincorporaron como civil.
Cuando llegó a la base se encontró con que el suboficial había regresado. “¿Ahora vas a estar conmigo o te vas a hacer la difícil otra vez? Mirá que te puedo mandar a despedir de nuevo”, afirma Lucía que le dijo el hombre ni bien la vio. Cuando se acercó a la Oficina de Género de la Armada en Ushuaia a contar lo que pasaba, le preguntaron si no era ella la que iba muy escotada y lo seducía, cuenta Lucía que le dijeron. Así que terminó denunciándolo en la Justicia (ver La causa...) y en diciembre la Armada decidió no renovarle el contrato y quisieron sacarle la casa. En marzo de este año y tras la intervención por pedido de Lucía de la Oficina de Políticas de Género del Ministerio de Defensa se frenó el desalojo y la reincorporaron. Pero no llegó a completar su primer día, ya que mientras esperaba en un pasillo para firmar unos papeles se encontró con el suboficial. “Empecé a temblar y llorar, entré en una crisis de nervios”, contó. Del lugar, se fue con licencia psiquiátrica, que sigue vigente. Y ahora pide Justicia. “Quiero sentar un precedente para que nunca más una mujer pase por una situación así y para que los hombres entiendan que cuando decimos no, es no”, cerró.
El suboficial acusado fue suspendido, según confirmó a Clarín Carolina Urtea, directora de Políticas de Género del Ministerio de Defensa. “El ministerio respondió cuando esta mujer se contactó: se instó a la Armada a realizar una investigación paralela a la judicial. Por eso, esta persona está suspendida y se evaluará si debe quedarse o no en la Fuerza”, expresó Urtea.
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