Pepe Novoa: “El que se exhibe mucho hipoteca su futuro”


El favorito de ¡ExtraShow!
Dice que lo buscan poco para entrevistas. Y que a los 78, cuando actúa, olvida el dolor de huesos.

En archivo hay pocas entrevistas a Pepe Novoa. ¿No lo buscan los periodistas o usted los esquiva?
No soy un actor buscado para entrevistas. No tengo carrera como mediático. Por ahí es por no tener un agente de prensa. O seamos concretos: tal vez yo no interese. Pero desde que me convocó José María Muscari (Casi Valentina), con quien nunca había trabajado, hubo un gran foco de los medios. Y aquí estoy, venía de la suspensión de una obra de teatro (Gigoló), y esta convocatoria me salvó, pero no en el sentido económico. Mis huesitos necesitan cierto cuidado, pero subo al escenario y los dolores se van. El teatro me hace olvidar el dolor de huesos. Si hasta me pongo a bailar. Soporto el ritmo con hidalguía.
Estos días lo encuentran travestido en el escenario, como un hombre que ama vestirse de mujer. ¿Cómo ha sido la relación con las mujeres a lo largo de su vida?
Nunca intepreté a una mujer en mi carrera. Soy muy mujeriego, pero en el sentido de ser defensor de la mujer. Eso se lo debo a mi esposa y a mis dos hijas. A Elena la conocí cuando fui a mirar las clases de Augusto Fernandes. Épocas muy distintas. Cuando empezamos a salir, una vez nos besamos en la calle y casi nos llevan presos. Eramos dos perejiles. Nos llevaron a la puerta de la comisaría (se ríe) y nos dijeron “No lo hagan más”. Por suerte la sociedad evolucionó a la par de nosotros. Nos casamos el 12 junio de 1963. ¡Cumplimos 53 años de casados!
¿Piensa en lo impresionante que fue haber sostenido medio siglo de matrimonio?
El matrimonio se ha sostenido con lo bueno y con los sinsabores que toda pareja tiene. Ni yo podía pensar que íbamos a durar tanto. No hay claves de cómo sostener una pareja. La clave se va encontrando mientras se transita. En mi caso, no hay un macho que maneja la casa, ni un varón domado. Hay equilibrio.
Es un hombre que apuesta a largo plazo. También sostuvo medio siglo de oficio...
Me inicié a los siete en el Teatro Municipal Lavardén. Mi madre era peluquera, y le debo a una clienta de la peluquería, el haber convencido a mi madre de que yo iba a estar mejor en el teatro que jugando en la calle. Afortunadamente mamá llegó a ver la inversión que hizo en mí. Vengo de una familia marcada por el sacrificio, mis padres sufrieron hambre en España, y se instalaron en Rosario donde yo nací.
¿Pasó hambre?
Lo que se dice hambre, no. Sí dificultades económicas, como cualquier actor. A mis 17 años he vendido fruta en la calle con un carrito, junto a un amigo pianista. Con esa dupla vivimos de las mandarinas y naranjas que comprábamos en el mercado Dorrego y que vendíamos por lo que hoy es Las Cañitas. Ibamos bajando los precios en el camino para llegar a destino con el carrito vacío. Tuve librería, vinería. Por eso digo que lo maravilloso de este trabajo de actor es el disfrute, nos hace ser como niños que jugamos a las visitas. La actuación me da ilusiones. Si uno no tiene una ilusión, es un cadáver.
Tuvo gran intervención en Teatro abierto (movimiento cultural contra la dictura). ¿Cómo recuerda a la distancia esa hazaña?
Al principio mi prohibición era tibia. Estaba en una lista negra y podía trabajar sólo en algunas provincias. Después se puso todo más pesado, pero la saqué liviana en comparación con colegas que desaparecieron. Recuerdo patente el día en que incendiaron el Picadero. Habíamos terminado la función de La oca, de Carlos Pais. Llovía. Me llamaron a casa y salí corriendo. Nos reunimos en el café de la esquina para ver cómo salir adelante. Se pudo. Nadie debería olvidarse de eso.
¿Cuál fue el mayor papelón de su carrera?
En 1955, estaba haciendo una obra en la que encarnaba a un periodista. ¡No me di cuenta y tenía la la bragueta abierta! Pedro Asquini, el director, hacía señas, pateaba el piso. Me levanté como un resorte cuando terminé mi parlamento en escena. Una vergüenza grande. Desde ese momento (se ríe), cada vez que subo a escena chequeo si tengo abrochados todos los botones.
¿Considera que le jugó en contra, en algún punto, su bajo perfil?
¡No! A favor. Hay mucha molestia con el alto perfil. Considero que la gente que se exhibe demasiado, a la larga hipoteca su futuro.
¿Su hija (Laura Novoa) terminó siendo mas popular que usted?
Claro. Y no sólo creo eso. Creo que ella es más actriz que yo. Como tocada por la varita. Yo estoy feliz con la carrera que construí y con la vida que me da “el de mas allá”. No le pongo nombre a “ése de arriba”, porque estoy en contra de casi todas las religiones.

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