"No seduzco a nadie con mi imagen"


Ulises Bueno
El hermano de Rodrigo es un fenómeno con peso propio. Con look hipster y temas cuarteteros de cepa, el músico arrasa en Córdoba y se anima al próximo paso: Luna Park.  

En Córdoba Capital (o mejor dicho, Ciudad de Córdoba) se lo llama El Ulises, a secas. Y que popularmente le hayan quitado el apellido es, para él, haberse sacado un peso de encima. Porque ser Ulises Bueno le trajo una fugaz y repentina fama, en un principio. Pero muy pronto, ser Bueno se convirtió en ser solamente “el hermano de Rodrigo”. Y el público que lo iba a ver en sus precoces 15 años, en verdad, buscaba al Potro. Quince años más tarde, la gente que El Ulises convoca quiere verlo a él, únicamente.
Los uliseros y uliseras se acercan al baile en la Plaza de la Música (ver  recuadro). Y el universo cuarteto se abre paso. Un posteo de su propio facebook sirvió la semana pasada para desmentir su propia muerte.
–¿Qué pasó? 
–¿Qué te puedo decir? Le salí a decir a mi gente que no se prenda en esas cosas, que lastiman a las personas que me quieren de verdad. La gente se preocupó mucho. Yo no le doy importancia porque no quiero darle crédito a nadie que se dedique a hacer este tipo de cosas que no sirven para nada. 
Y ahora, nuevamente un posteo con la letra de No me pidan que baje el volumen, también título del próximo disco, acaso, resume su figura, su imagen y su mensaje: “No me pidan que me afeite, que me cuide la cintura yo no vine acá a seducir [...] Pídanme que me muestre tal y como soy, un bohemio delirante, con oficio de cantante y mil duendes en la voz. Pídanme que yo sea como yo”.
Antes del show hay cena y Ulises ordena brochettes. Y vinito. Mientras habla: “La primera vez que toqué fue en Santiago del Estero. Una persona habló con mi mamá y yo armé una orquesta con amigos del barrio. Hacía poquito había fallecido mi hermano. Fue una locura. Con lo que me afectó su muerte, yo quise seguir sus pasos pero pronto caí en la realidad. Ninguno tocaba bien y yo no cantaba bien”, recuerda. Y cuenta que pasó por meses de depresión después de esas primeras presentaciones: “Le agarré miedo a volver. Después me animé en Buenos Aires, con el representante de mi hermano. Y anduvo bien porque todo el mundo quería ver a algún familiar de Rodrigo, lo que sea, primo, hermano...un pedacito de él. Eso me hizo trabajar un año seguido pero todo cayó por la calidad musical que teníamos”. Entonces, hizo click. Su actual representante, Marcos Farías, lo llamó. “Yo tenía un problema personal con los excesos de la noche. Estamos hablando de diez años atrás. No metía ni 500 personas en Córdoba. Y, a fin de año, explotó todo. Cambió la imagen que la gente tenía de mí. Me veían muy mal y ahora me estaba brindando de otra forma. Me dieron una oportunidad”, resume. Así es hoy: El Ulises toca de martes a domingo (“El lunes es el único día que veo a mi mujer”). Y convoca, en el resto del interior y, obviamente, en Córdoba. Y, desde el año pasado, se está abriendo el frente porteño. Con un Gran Rex, en septiembre de 2015. Y con un futuro Luna Park, el 21 de este mes. ”El profesionalismo nos lo fue dando el tiempo de estar arriba del escenario”, dice. Y adelanta que ya tiene aguante de los uliseros, que en cuatro horas de anunciarse el show, compraron las primeras dos mil entradas.
–¿Reinventarte fue también crear el look hipster, de guante y barba?
–Tuve la barba cortita por un tiempo pero hace un año conocí al chileno Chico Trujillo. Él tiene mucha barba, es pelado y parece que tuviera una peluca afro en el mentón. Mirá, yo no seduzco a nadie por la imagen. No me vendo “por bonito”. La gente se identifica con mi música, con los sentimientos. 
–¿Y los tatuajes? Te hiciste el primero a los ocho años...
–Me lo hice a los dos meses que falleció mi papá. Es un león y eso era él para mí. Me acompañó mi mamá y el tatuador nos pidió la libreta de familia porque decía: “Éste se trajo una señora de la puerta”. Ja. Rodrigo se había hecho en aquel momento un escudito de Superman: él pasó a ser el que defendía a la familia, a los cachorros. Los tatuajes fueron pasando: los instrumentos del cuarteto, mis hermanos, mis papás, un ojo con una lágrima que hace el recorrido de una botella rota, que simboliza los excesos, la droga. Las cosas a las que llevan la noche y la soledad. También tengo a Cristo y varias vírgenes.  
–¿Seguís siendo creyente?
–Me aferré a la fé para salir adelante de las cosas malas que me pasaron. Creo mucho en Dios.
–¿Qué pensás de movidas de cumbia como Marama y Rombai?
–Hay una diferencia abismal entre lo que hacen ellos y nosotros. Son cumbia pop. No es que sea zonzo pero hablan de encuentros casuales, de cosas del momento. Nosotros le cantamos también al adolescente, pero al que trabaja, sufre o tiene otra forma de ver la vida. 
Siga, siga, siga el baile
La noche del sábado 2 (que, en realidad es ya domingo 3), empieza 2 AM. En la Casa de la Música se ve llegar multitud de gente, tranquila, expectante. Y ahí mismo, en el centro de este espacio tipo galpón, cuando Ulises Bueno sale a escena, comienza el baile. La gente sigue llegando después del comienzo. Es más un ritual que un show. De eso se trata, aquí, el cuarteto. 
Son las 3AM y hay 7500  personas cantando, armando rondas y, obviamente, bailando. El set se divide en tres partes, con dos descansos breves. Y es ahí mismo donde Bueno se luce por actitud y presencia, mientras repasa repertorio propio y aprovecha para versionar diversidad de temas. Lo acompañan catorce músicos en escena. Y él se manda: “Si me das a elegir/ Entre tú y mis ideas/ aunque yo sin ellas/ Soy un hombre perdido”. Se trata de un festejo. Y así lo define Ulises: “Los que conocemos el cuarteto, nos damos cuenta de que, con las canciones, festejamos nuestro dolor. En Buenos Aires, tal vez, se sientan en un bar con una copa a llorar. El dolor se disfruta con alegría, bailando”. 

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